Joxe Mari, baserritarra y oyente de radio
https://www.gorkazumeta.com/2013/08/joxe-mari-baserritarra-y-oyente-de-radio.html?m=0
Me rogó que preservara su anonimato. Ésta fue la única condición que puso para poder revelar sus comentarios, y publicarlos en este blog, del que le hablé; pero no sabía qué era. Tampoco tenía ninguna necesidad de saberlo. Su vida se resumía en dar de comer al ganado (ovino y vacuno), ordeñarles, pasear con ellos por las verdes laderas del monte donde vivía plácidamente en su caserío y bajar, una vez por semana, al pueblo, a por víveres, a vender huevos y queso, y a saludar a los amigos.
"Artzai" (Fotografía Gorka Zumeta) |
Pero
Joxe Mari, así podemos llamarle (aunque el nombre no se corresponda con la
realidad por propio deseo), escuchaba mucho la radio. Era su única compañía en
el campo, aparte de los mugidos de las vacas. Me lo encontré durante un paseo y
entablamos conversación.
“La radio dice muchas mentiras”. Me llamó
la atención su primera reflexión –insisto, la primera-. El medio de
comunicación con mayor credibilidad de todos, según la mayoría de las
encuestas, hacía aguas en opinión de
Joxe Mari en esto de confiar en la veracidad de lo que allí se contaba. No se
creía todo lo que oía. “Pero solo oigo la radio” –añadió,
luego-. Joxe Mari no veía la televisión, ni leía los periódicos, ni por
supuesto sabía qué era eso de internet. No había visto nunca un ordenador,
salvo cuando acudió, una vez, a una oficina de la Diputación Foral de Guipúzcoa
para inscribir las cabezas de ganado que tenía en propiedad, y el funcionario
de turno las registró en su ordenador. Joxe Mari no necesitaba de televisión,
periódico e internet para vivir, feliz, como reconocía.
“No hay música que me guste en la radio”
–sentenció más tarde-. Supongo que su perfil es demasiado específico para poder
ofrecerle una radiofórmula musical. Joxe Mari hacía tiempo que había dejado
atrás la sesentena, aunque, por su aspecto, el rostro marcado por las labores
del campo y la inevitable exposición al sol, parecía mayor de lo que reconocía
su DNI. A pesar de todo, Joxe Mari, experto, reconoció que en un tiempo
escuchaba Crisis Radio, porque la
música “que ponían” le gustaba.
Indagué un poco en el tipo de música que emitía esta cadena para mí desconocida
y descubrí que en realidad hablaba de Kiss FM. “Algunas canciones me gustaban, pero la mayoría no las conocía, hasta
que dejé de escucharla” –añadió-.
La radio le hace compañía |
Intenté
hacerle una encuesta improvisada sobre la radio que escuchaba y Joxe Mari me
sorprendió a cada nombre que le proponía. Sobre Radio
Nacional, me dijo: “Ésos están siempre con el gobierno, sea el
que sea”. Podremos escribir toda clase de tratados, comentarios, sesudos
análisis y académicas tesis doctorales, pero nadie iba a resumir mejor que Joxe
Mari la sensación que provoca RNE en sus oyentes, cuando quien la escucha es un viejo caxero vasco y republicano. “Para ésos, el gobierno todo lo hace bien.
No me interesan”. Por eso Joxe Mari
pasaba de largo el dial de RNE, aunque reconocía que a veces la escuchaba el fin de
semana, por las mañanas. El horario del que hablaba coincidía con el tiempo del
despolitizado “No es un día cualquiera”,
de Pepa Fernández, y seguí
indagando. “Ese Íñigo (sabía su
nombre) me gusta. Sabe lo que se dice”.
Se refería a José María Íñigo, colaborador
habitual del mencionado programa de la radio pública. Pero Joxe Mari no sabía
que Íñigo había sido una estrella mediática de los 70 en España, responsable de
“Directísimo” o de “Esta Noche, Fiesta”, ni falta que le
hacía. Pero empatizaba con su opinión, de manera que los fines de semana
elegía, a veces, RNE, “por Íñigo y por la
chica que lo presenta, parece maja”. ¡Y lo es, Joxe Mari! -le
confirmé-.
Joxe
Mari me enseñó la radio que tenía. Una grande, a pilas, de marca Lavis.
Antigua, pero fuerte, robusta y con buen sonido. El dial se movía con una rueda
y su precisión dejaba bastante que desear, pero no tenía intención de
cambiarla. “¿Para qué, si voy a seguir
oyendo lo mismo, no?” –me contestó repreguntando-. Joxe Mari ya me había
dado sobradas muestras antes de su natural sabiduría y campechanía y me atrajo
desde que lo vi sentado junto a sus vacas holandesas, por su talante y humor
socarrón.
Joxe
Mari había enviudado hacía muchos años. Ya ni recordaba la fecha. “La mujer escuchaba siempre en el caserío
las radionovelas” –me dijo, sin que pudiera precisar ni títulos, ni
emisora-. Pero era fácil deducir la marca de la SER detrás de aquella historia familiar.
Aproveché la coyuntura y pregunté por ella: “Tiene mucha publicidad, y no entiendo. Yo quiero oír lo que dicen y me
confundo con tanto anuncio”. Joxe Mari escuchaba Radio San Sebastián (la cadena
SER en Guipúzcoa) y a
veces, en noches de verano, Radio Bilbao. Me interesé si la SER, según su
criterio, también estaba siempre del lado del gobierno de turno y Joxe Mari me
dijo: “éstos son más rojos, critican más”.
Por eso le convencían un poco más. Pero no llevaba muy bien lo de la
publicidad.
Una vida dura, que la radio contribuye a llenar un poco |
“Sí, ya sé qué es eso de la FM y la OM”
–volvió a sorprenderme-. “En la FM
escuchas música, y en la otra te cuentan cosas” –sentenció-. Ahí se había
quedado Joxe Mari. De nada servía que tuviera dos hijos, chico y chica, que
vivían muy lejos “en el extranjero”,
y casi no le veían, aunque le llamaban a menudo por teléfono. Era abuelo, pero
no conocía a sus nietos. “Solo por
fotografías”. Joxe Mari no había salido nunca de su pueblo del interior de
la provincia de Guipúzcoa. “¿Para qué?”
–me preguntó mirándome a los ojos, sincero-. “Con las vacas, las ovejas, las gallinas, y el monte tengo suficiente”.
¿Y la radio, qué papel juega en su vida? sonsaqué. “Me hace compañía”. Estaba claro. Tenía ante mí a un oyente, y siempre
he sentido un enorme respeto por ellos. Especialmente por Joxe Mari, para el
que la radio era la única voz que escuchaba durante todo el día, además de la
suya.
¿Y
la Cope, dónde quedaba en este recuento? “Ésa es la del Ángelus, no? La de los curas”.
Joxe Mari no se llevaba bien con el estamento eclesiástico, aunque guardaba una
buena relación con el párroco del pueblo, con quien se jugaba los amarrekos
alguna que otra tarde al mus, después de comer en el mismo bar de todos los jueves.
“Ya le digo, cuando jugamos, que cada
mentira a las cartas es un pecado” –sonreía pícaro Joxe Mari-. “De las de los curas no escucho mucho
–reconoció- y entran muy fuertes por
aquí, sobre todo una que está todo el día rezando”. Induje luego que se refería
a Radio María. “Pero hace años escuchaba
Radio Popular, con Mariano Ferrer,
por las mañanas”. Joxe Mari recordaba a uno de los periodistas vascos más
prestigiosos de la radio de los 80 y los 90, que trabajaba en Radio Popular,
cadena vasca regida por los jesuitas, ideológicamente más progresista que su
hermana la Cope, con la que tuvo no pocos litigios.
Joxe
Mari se expresaba mejor en euskera. Por eso le gustaba oír la radio en su
lengua materna. Euskadi Irratia era su emisora de cabecera, la que más tiempo
le acompañaba. “La escucho porque es la
de casa, pero no porque sea la mejor” –confesó-. Me interesaba profundizar
en aquel consuelo asumido en forma de emisora pública vasca. “Ésta huele a PNV, pero no me importa, porque
ya sé quiénes son. Una vez saludé a Ibarretxe en el pueblo, en una campaña
electoral”. ¿Y qué pasó Joxe Mari, qué le dijo? “Él no me dijo, le dije yo a él: a ver cuándo gobernáis para todos, y no
solo para los vuestros, y se me quedó mirando, con una sonrisa a medias…”.
Joxe Mari podría estar solo en el monte, con la sola compañía de su ganado y de
la radio, pero no era ningún ingenuo. Encerraba dentro de sí mucha filosofía
natural, y un gran conocimiento del dial, para mi sorpresa.
La radio llega al último confín |
Para
terminar nuestro breve encuentro, le pregunté a Joxe Mari si la radio contaba
algo sobre el campo y los baserritarras
(campesinos) que le interesara. “Casi
mejor que no cuenten mucho, porque cuando hablan meten la pata hasta la ximorra (mierda)”. Ahora éramos los dos los que
sonreíamos, cómplices. En mi caso, asentir con mis gesto suponía reconocer la
crítica de Joxe Mari que se repite con cada oficio, cuando lo aborda la radio y
quienes viven de él destapan los atropellos que cometemos…
Nos
despedimos con un fuerte apretón de manos y sentí las suyas firmes, a pesar de
la pérdida de intensidad, fruto del paso de los años. Joxe Mari me miró a los
ojos y entonces vi los suyos de cerca, entrecerrados, condenado uno,
adormecidos, sedados. Aquel paseo por el campo verde de mi tierra me regaló
este encuentro, que vale más que una decena de post sobre la radio o que un
curso de análisis radiofónico en alguna Facultad de Comunicación. Cuando dicen
que la radio tiene que salir a la calle, obvian que lo realmente importante es
hablar con sus oyentes, pero no a través de encuestas; sino directamente, de
persona a persona. De oyente a radiofonista. Aquella mañana puse los pies en el
suelo, gracias a Joxe Mari.
Hola, muchas gracias por este texto dedicado a Joxe Mari; el autor demuestra poseer un talento especial para distinguir lo auténtico de lo falso, talento que habitualmente se pierde si no se cuida. No creo que en lo que me queda de día, vaya a leer nada más esperanzador. Enhorabuena.
ResponderEliminarMil gracias por apreciarlo de esta manera tan generosa Juan. Conocer a Joxe Mari fue un privilegio. Y sus enseñanzas sobre la radio una tesis doctoral, repletas de humanismo y sentido común, el menos común de los sentidos. Un saludo, muy cordial!
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