El Chicho Ibañez Serrador de la radio
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Mi primer estadio de acercamiento a la radio fue mi condición de oyente. Siempre ocurre igual. La radio ejerce una intangible y sutil atracción que, si causa efecto, logra atraer a una persona de por vida. Pero no es infalible. Hay personas que no sufren este hechizo y no se sienten atraídas por ella. Y así lo manifiestan, y el EGM certifica.
La radio exige más esfuerzo que otros medios audiovisuales (empezando por la televisión). El oyente –el escuchante, como se refiere a él, más precisamente, Pepa Fernández (RNE)- tiene que procesar el mensaje recibido sumando a él datos que lo completan, generados bien a través de su propia imaginación, bien a través del conocimiento previo. El de la radio no es un mensaje cerrado. Se ofrece más o menos abierto en función del género del que se trate: no se comporta igual, de cara al oyente, un informativo, que un dramático o un concurso.
Chicho Ibáñez Serrador, en un programa de radio grabado en la emisora Radio Belgrano de Buenos Aires, que emitía en AM 950, junto a su padre, el también actor Narciso Ibáñez Menta |
El oyente recibe el mensaje a través de un único sentido: el oído. La vista, en este caso, carece de información. Todos conservamos en la memoria esa manida, y evangélica, frase atribuida a Santo Tomás: “si no lo veo, no lo creo”, que hace mención a que la única manera de confirmar una realidad es verla. De lo contrario, no existe. La radio lucha, eficazmente por lo visto (oído), contra esta condición tomasiana de que la única manera de certificar fehacientemente un hecho es a través del sentido de la vista. El oído, la radio lo demuestra cada día, también puede transmitir verdad.
Pero, al igual que ocurre con la imagen, donde el sentido de la vista puede ser víctima de un engaño, y una imagen falsa puede dar pábulo de veracidad a un hecho, como consecuencia de una manipulación; el oído tampoco se escapa de ese riesgo, inherente a los medios. De hecho, la adaptación de la obra de H.G.Wells, “La Guerra de los Mundos” que realizó el cineasta Orson Welles, en 1938, se sirvió de la credibilidad de la radio, como fábrica de verdades, para transmitir una mentira. Pero el solo hecho de ser difundida a través de un medio como la radio, la convirtió en verdadera, tanto que provocó, en algunos casos, una reacción tan inesperada como trágica.
Chicho Ibáñez Serrador en 2012 (Fotografía Alejandro Valdezate, CC, Wiki) |
El cerebro percibe, a través del sentido del oído, la información transmitida por la radio y la procesa, completándola con imágenes mentales provocadas por ese mismo mensaje y la capacidad de abstracción y de imaginación que posee cada individuo. Y el ser humano responde permanentemente a estímulos. En función de su naturaleza, provocará una reacción en nosotros: la risa es una de ellas, pero también el miedo. Y éste, se ha demostrado a lo largo de la historia de la humanidad, ha servido en muchos casos como estrategia para alcanzar determinados fines, en algunos casos de dudosa moralidad. Pero si traigo a colación el miedo en este post es porque, a pesar de los muchos años transcurridos, este estímulo encuentra en la radio un altavoz de una enorme eficacia comunicativa. Hoy en día, uno de los contenidos más escuchados en Ivoox es un programa de la Cadena SER dedicado al mundo de lo desconocido, lo inexplicable, lo oscuro, que presenta Iker Jiménez, “Milenio 3”. Jiménez no hace más que recuperar una fórmula que la radio ya había puesto en marcha con anterioridad, siempre con éxito, en la década de los 70, de la mano de Antonio José Alés, que puede considerarse como el pionero de este género en la radio española, cuando, también desde la misma cadena, abría su “Medianoche Cadena SER” para abordar todos estos asuntos de lo paranormal, concentrando audiencias millonarias en torno al receptor de radio. Todos pasaban miedo con él, porque la radio era –y sigue siendo- un extraordinario vehículo para, cuando se hace bien, contagiar desasosiego. Por eso, RNE también se ha apuntado a este carro, con otro espacio, similar al de la SER, llamado “Espacio en blanco”, que presenta Miguel Blanco, por cierto, antiguo colaborador de la cadena de Prisa.
Las “Historias de Blake” en la SER
Blake y la radio se han llevado siempre muy bien |
Yo no llegué a oír el trabajo de Antonio José Alés. Se me quedó atrás. Lo he oído después. Estoy seguro de que muchos de los lectores de estas líneas lo recordarán. Algunos lo siguen venerando en Ivoxx. Sin embargo, tanto Alés, como Jiménez, como Blanco, los tres, compartían un método similar frente al micrófono, como era contar historias relacionadas con este ámbito de lo desconocido o lo paranormal, y en algunos casos, tratar de explicar lo inexplicable. Contaban, no interpretaban. Dentro de este género, pero con otro formato, recuerdo con intensidad las “Historias de Medianoche” de Chicho Ibáñez Serrador, también en la SER, que se emitían a la hora de las brujas. La primera se emitió el 17 de abril de 1987. En este caso, Chicho, a quien la memoria colectiva recuerda como artífice del concurso más popular de la televisión en España, el “Un, dos, tres, responda otra vez”, ejercía de narrador, siempre provisto de ironía y sarcasmo a borbotones, de unas historias magistralmente interpretadas por actores de la época de renombre, como José María Escuer o la recientemente desaparecida Rosa María Belda, del cuadro de actores de Radio Madrid.
Yo sabía, ciertamente, que aquello que se emitía por mi Radio San Sebastián, donde residía, era radioteatro. Pero mi cabeza, ante un mensaje tan primorosamente presentado, con una factura tan impecable, en fondo y forma, a veces no discernía, y el miedo –la inquietud- se dejaban sentir. Cuando Julio César Iglesias les daba paso al concluir “Hora 25”, recuerdo que el vello se me erizaba (estímulo) y nada más oír la sintonía empezaba a sentir desasosiego (reacción). A continuación, me disponía a vivir con la radio aquellos relatos tan bien elegidos y presentados por Chicho Ibáñez Serrador, cuya salud, por cierto, hoy en día no atraviesa por un buen momento. Chicho ya era por entonces un maestro en generar miedo en el personal. Lo había logrado en sus “Historias para no dormir” en TVE, en los años 60, y lo repitió en la radio, como digo, a finales de los 80. Me atrevo a afirmar que, pese a la enorme repercusión de aquella televisión en blanco y negro, única y grande, el efecto logrado por la radio era imbatible, porque las historias se difundían individualmente, y se escuchaban, en una gran parte, en la cama, a través de unos pequeños auriculares que multiplicaban el efecto hasta lograr que el oyente se resistiera a desprenderse de las sábanas como escudo protector de su integridad, amenazada por aquellas voces de la radio que transmitían tanta verdad, con tanta intensidad.
Yo sabía, ciertamente, que aquello que se emitía por mi Radio San Sebastián, donde residía, era radioteatro. Pero mi cabeza, ante un mensaje tan primorosamente presentado, con una factura tan impecable, en fondo y forma, a veces no discernía, y el miedo –la inquietud- se dejaban sentir. Cuando Julio César Iglesias les daba paso al concluir “Hora 25”, recuerdo que el vello se me erizaba (estímulo) y nada más oír la sintonía empezaba a sentir desasosiego (reacción). A continuación, me disponía a vivir con la radio aquellos relatos tan bien elegidos y presentados por Chicho Ibáñez Serrador, cuya salud, por cierto, hoy en día no atraviesa por un buen momento. Chicho ya era por entonces un maestro en generar miedo en el personal. Lo había logrado en sus “Historias para no dormir” en TVE, en los años 60, y lo repitió en la radio, como digo, a finales de los 80. Me atrevo a afirmar que, pese a la enorme repercusión de aquella televisión en blanco y negro, única y grande, el efecto logrado por la radio era imbatible, porque las historias se difundían individualmente, y se escuchaban, en una gran parte, en la cama, a través de unos pequeños auriculares que multiplicaban el efecto hasta lograr que el oyente se resistiera a desprenderse de las sábanas como escudo protector de su integridad, amenazada por aquellas voces de la radio que transmitían tanta verdad, con tanta intensidad.
Chicho en una imagen de su juventud (Fotografía CC) |
Episodios como éstos han sido los que, desde muy joven, me hicieron amar la radio, y dirigir mis pasos hacia ella, disipando en el camino, mi primera vocación, no revelada, de querer ser director de cine. No me equivoqué.