La Academia española en el Día Mundial de la Radio
https://www.gorkazumeta.com/2013/02/la-academia-espanola-en-el-dia-mundial.html?m=0
Una
gala más voluntariosa que eficaz
Cientos
de personas, entre profesionales de la radio y oyentes fieles del medio, se
concentraban en el teatro Mira de
Pozuelo de Alarcón (Madrid) el pasado 13 de febrero, para celebrar el Día Mundial de la Radio. Antes, en unas Jornadas organizadas por Nicolas Moulard, se había
hablado de radio digital, de la ‘reinvención’ de la radio y de su ‘magia’,
entre otras cosas. Pero todos estaban de acuerdo en pasar un buen rato con la
gala.
Las
luces se apagaron, el escenario se iluminó y la voz de Primitivo Rojas introdujo a los presentadores, Albert Castillón y Luján
Argüelles, dos profesionales del gremio que resultaron fundamentales para
seguir la ceremonia y dotarla de una casi imposible coherencia. No podían
adivinar, ni siquiera tras los ensayos, que aquella noche iban a sufrir tanto.
Uno de los momentos más emotivos. El hijo de Concha García Campoy recogió el premio Soler Serrano de su madre. En la foto junto a Manuel Campo Vidal, presidente de la Academia de Televisión |
Anteriormente,
en las Jornadas previas a la celebración de la gala anual de la Academia de Radio, su presidente, Jorge Álvarez,
el artífice de que el globo disponga, a partir de este año 2013, de un ´Día Mundial de la Radio’, que se dice
pronto, confesó a los escasos asistentes que “en realidad la gala era un pretexto para reunir a la familia de la
radio”. Nadie podía presumir tampoco que el anuncio del presidente
ejecutivo iba a convertirse en mucho más voluntarioso que eficaz, a juzgar por
cómo transcurrió la mencionada ceremonia de entrega de distinciones, con la
radio como telón de fondo.
Este
año, los patrocinadores escaseaban y, como consecuencia de ello, el presupuesto
para desarrollar la gala no solo fue ínfimo, sino inexistente. Todo lo que
vimos –y oímos- sobre el escenario del teatro Mira fue fruto de la mayor de las bondades desinteresadas. Como
diría Carles Francino, “todo por la radio”. Pero no fue
suficiente.
Casi veinte minutos de agradecimientos
En
el primero de los premios entregados, el Premio
Especial de la Academia, concedido al presidente de Honor de la misma, muy
endogámico, Luis del Olmo, ya
tuvimos la oportunidad de ver cuál iba a ser la pauta de esta gala: la falta de
ritmo más absoluta. Durante varias intervenciones escuchamos, como coletilla
graciosa, que a la gente de la radio le gustaba más hablar delante de un
micrófono que un caramelo a un niño. ¡Pues dicho y hecho! Parece que todos los
que intervenían desde el atril del teatro Mira
de Pozuelo de Alarcón, se confabularon para ver quién hablaba más. Y el
público, muy educado al principio y muy suelto al final, se ocupó de poner las
cosas en su sitio, ya que nadie lo hacía en el escenario. La oda al creador del Gelocatil, sonreída al principio de la intervención del comunicador leonés (había sufrido una caída junto a su hotel antes de acudir a la gala),
contrastó con el cansancio de una larga intervención que concluyó con del Olmo
pidiendo perdón a los trabajadores de Punto Radio por haber vendido sus
emisoras al Grupo Vocento, el mismo que ha alquilado sus postes a la Cope y despedido a sus trabajadores. No afirmo que Luis del Olmo no se merezca el premio –éste y otros
muchos- sino que, sencillamente, me pareció una traición que la gente de la
radio –expertos en ritmo de sucesión de contenidos- obviara el respeto a una de
las máximas del medio, que tiene que ver además con la capacidad de atención
del oyente.
Luis del Olmo y su Premio Especial de la Academia de Radio, de la que es Presidente de Honor |
Los continuos fallos técnicos
Del
Olmo estuvo a punto de llegar a los veinte minutos de discurso (¡le faltaron
solo tres!) tras recoger su enésimo galardón. Los comentarios del patio de
butacas no tenían desperdicio: “ya está
el abuelo Cebolleta…”, “otra vez lo
de ETA…” y expresiones similares que prefiero silenciar por respeto al
maestro. Y todo esto en el comienzo de la gala. Tras su intervención inconexa,
Luis del Olmo, concluyó diciendo: “me
estoy haciendo un lío, me voy”. Y se fue. Y el público respiró.
Albert
y Luján iban sobreponiéndose a los acontecimientos y tratando de que la noche
no terminara, como casi terminó, como el rosario de la Aurora. Menos mal que
nos quedaba Primitivo. Una lectura interpretada y un simpático skech, en el que
Mónica Chaparro dejó huella de sus
extraordinarias condiciones para la imitación, hicieron disfrutar a un público
que cada vez estaba más desconcertado por los fallos técnicos: no entraban los
audios, no entraban los videos, todo empezaba a destiempo, y el público se
cansaba. Mientras tanto, la imagen de la Academia de la Radio española se
resentía con este despropósito.
Justamente
cuando el hijo del genial Bobby Deglané,
que también abusó de la paciencia del respetable, recogió el premio que
recuperaba justamente la memoria de su padre, se rescató uno de los puntos del
decálogo del buen radiofonista, que decía “los
fallos técnicos no tienen nunca justificación”. Pues parece que los
responsables de la gala querían llevarle la contraria a esta máxima, porque
empeño, lo que se dice empeño en demostrarlo, ponían mucho, tanto que podría decirse, no sin razones de fondo que lo certificaron, que el técnico ejercía un boicot activo a la gala.
La entereza de Concha García Campoy
Uno
de los momentos más cargados de emotividad, torpedeado por otro fallo técnico,
fue la entrega del Premio Joaquín Soler
Serrano, que conceden conjuntamente la Academia de la Radio y la de
Televisión, a la periodista balear Concha
García Campoy. Cuando Manuel Campo
Vidal, presidente de la Academia de Televisión, intentaba explicar que
íbamos a escuchar un audio de Concha y luego un video de agradecimiento de la
periodista (porque la periodista no había podido acudir al encontrarse enferma), a alguien se le ocurrió invertir el orden de lo anunciado, sin más
explicaciones.
Pero
el momento estelar de la noche iba a
estar reservado para la conferencia summa
cum laude que impartió, sobre Manuel
Aznar, el académico José Antonio
Pardeñas, al que el público, en varias ocasiones, conminó a recortar su
interminable retrato a través de sus aplausos, a los que era completamente
inmune. Tanto que tuvo que salir un apocado Albert Castillón a reprenderle en
público y a pedirle que fuera terminando antes, a poder ser, de que caducaran
los canapés del coctel que esperaban en el hall de entrada al teatro. Lo
sorprendente, encima, es que Pardeñas replicó y contestó a la amonestación del
descolocado Castillón, aduciendo que sus predecesores también se habían pasado
de tiempo y que a ellos no les había reprendido. ¡Casi parecía un skech!
Marisol del Valle y Menchu Álvarez, premio Mª Elena Domenech de la Academia |
Y
aquello, que podía haberse quedado en el teatro Mira de Pozuelo de Alarcón, en exclusiva para las 500 ó 600
personas que estábamos allí, se retransmitió en streaming de vídeo para todo el mundo, con lo que el despropósito
multiplicó su repercusión mediática, y la vergüenza se extendió.
La Academia no se lo merece
La
Academia de la Radio española no se merece esto. Y lo digo con pena. Porque
todos los que pertenecemos a este oficio, tan absorbente como mágico, hacemos
un poco nuestra –permítasenos- la Academia de la Radio. Y la consideramos parte
del escenario de la radio española. A Jorge Álvarez hay que agradecerle
infinitamente –como se hizo con justicia a lo largo de la gala- que el mundo
disfrute hoy de un Día de la Radio
gracias a sus gestiones en nombre de la Academia española. Se ha batido en
cobre para lograr su empeño, y ha tocado en decenas de puertas para que le
escuchen. Se ha llevado portazos y desencantos, pero ahí está el resultado,
encomiable.
El
patio de butacas estaba repleto de amigos y compañeros de la radio, técnicos,
locutores, periodistas, gestores, directivos… Estoy completamente seguro de que
todos ellos hubieran estado encantados de colaborar de alguna manera en la
gala, entregando algún premio o participando de otra forma. Hay que aprovechar
los recursos de la profesión, como se hizo con Albert Castillón, que se quedará
en breve en la calle tras el cierre de ABC
Punto Radio, y de Luján Argüelles que estuvieron a la altura de lo que
requería su responsabilidad –que era mucha, como hemos comentado-.
Premio concedido al programa "Qué falló en lo vuestro" (Dial), conducido por Álvaro Díaz y Juani Femenía. En la foto con Miquel Corral, director de Dial |
La mirada antigua de la Academia
Y
hay otro aspecto, que sorprende, de tan evidente: la mirada de la Academia de
la Radio. Se palpa una mirada excesivamente escorada hacia el pasado, hacia las
grandes figuras de la historia de la radio en España que, si bien merecen todo
nuestro respeto y reconocimiento, no deberían copar tampoco el palmarés de los
premios anuales de esta institución. Acercaría mucho más la Academia a la
opinión pública si apostara por premiar nuevos valores, nuevos formatos, en
definitiva, nuevas aportaciones que enriquezcan el oficio y le garanticen un
futuro halagüeño. La radio tiene muchos vértices y todos deberían ser
contemplados, sin olvidar las nuevas tecnologías, la radio online, y los esfuerzos,
en silencio, algunos en solitario, que están haciendo muchos para poner en
marcha sus proyectos ilusionantes. Los empujones, aquí, son un regalo casi celestial. Eficaz.
Me
consta que los miembros de la Academia de la Radio son conscientes del daño que
ha podido hacer este despropósito de gala. Me consta, también, que la falta de
recursos económicos está en el fondo de este error. Pero si no se puede asumir
una gala con el mínimo de condiciones, mejor no hacerla. Pido disculpas por el
tono de este post, que podría haber no publicado para evitarme enemistades, pero
creo que debo ser honesto y tratar de extraer conclusiones positivas para el
futuro. Y, a la hora de trabajar, no me escabullo. Aquí estoy, si modestamente
alguien cree que puedo aportar algo.
Dossier de prensa de los Premios de la Academia de Radio 2013
Dossier de prensa de los Premios de la Academia de Radio 2013