La prescripción en radio (I)
https://www.gorkazumeta.com/2013/01/la-prescripcion-en-radio-i.html
Confianza. Ésta es la palabra. Los oyentes conceden a la radio fiabilidad. Sin duda es uno de sus grandes patrimonios. No solo la radio juega con su enorme poder evocativo, provocador de la imaginación, o con su proverbial sentido del espectáculo, en magazines que concentran la atención del público desde hace décadas (“Protagonistas”, de Luis del Olmo, es un ejemplo fiel de esta trayectoria histórica de la radio) o, también, cómo no, con su enorme credibilidad en el área de los informativos, verdadera columna vertebral de algunas cadenas de radio –la mayoría de las generalistas, y alguna que otra musical-.
Luis del Olmo pasó de no tener que vender nada (RNE) a vender de todo |
Los
comunicadores de la radio concentran en su voz un gran atractivo para el
oyente. Por lo que dicen, por lo que hacen y por lo que dicen que hacen. El
presentador de un programa acompaña a los oyentes diaria, o semanalmente, y
éstos llegan a delegar en ellos su confianza para ser informados o para ser
entretenidos. De alguna forma, esta figura que acabo de señalar, representa lo
que en la facultad de Ciencias de la Información nos inculcaron sobre “el
derecho a la información”: nosotros, los periodistas, ejercemos un derecho a
informar por delegación de la sociedad. No somos poseedores, ni mucho menos
propietarios, de ese derecho, que desarrollamos casi en usufructo, pero nunca
desprovisto de un componente social que justifica su existencia y protección.
La radio es un medio cálido por excelencia y ese derecho, el de la información,
en este medio, se reviste de un tamiz más personal y, si se me apura, hasta más
familiar. ¿En qué deriva esta
afirmación? En que a las voces de la radio se las cree más que a las de otros
medios.
Así, Carlos Herrera, en Onda Cero, se
convierte en un tipo al que oímos todos los días, que nos informa, nos
entretiene, nos hace sonreír y, también reflexionar. Carles Francino, en la SER, con mayor vocación informativa que el
almeriense, se ha volcado ahora, por avatares del destino y decisiones
empresariales, en el campo del entretenimiento, al asumir la dirección de “La Ventana”. Juan Pablo Colmenarejo (Cope) resume la actualidad del día al final
de la jornada, e intenta, desde su prisma, aportar luz en lo que ha ocurrido
con el análisis, igual que hacen, en su competencia, Àngels Barceló (SER), Carlos
Garrido (RNE) y Carlos Alsina
(Onda Cero).
Àngels Barceló trabaja en la SER, como si fuera RNE, no se implica con la publicidad |
Pero
el principal patrimonio de todos estos nombres que he citado es su
credibilidad. Y me atrevo a afirmar que también lo es el de cualquier
periodista que se precie. Si un periodista de radio no es capaz de transmitir
verdad en lo que dice, mejor que se dedique a otro trabajo, porque la radio
exige esta condición, como imprescindible para poder ejercer el oficio de
informador con eficacia. Y labrarse una credibilidad es tarea en la que hay que
invertir mucho esfuerzo, y tiempo. Cuesta mucho sumar credibilidad. Pero
perderla puede ser cuestión de minutos.
En
el discurrir del día a día, la radio se nutre de la vida, de lo que nos ocurre.
Esta aproximación a nuestro entorno, traducida en palabras y sonidos, se
canaliza a través de lo que en el oficio conocemos por grandes contenedores, fundamentalmente, informativos y programas,
por este orden de importancia. Quienes se sitúan al frente de esos espacios
son, entre otras muchas, las voces que he señalado en el párrafo anterior, y de
ellos, de su manera de contar las cosas, dependerá el éxito, o el fracaso, de su
programa. La radio no perdona, los oyentes, al margen de fidelidades que
tampoco resultan un cheque en blanco, reaccionan a lo que se les ofrece y
deciden permanecer en una frecuencia o, por el contrario, buscar nuevas
alternativas que se acomoden mejor a sus gustos y maneras de ver la vida.
No
hace mucho, podía afirmarse que un oyente de Cope era difícilmente
intercambiable con uno de la SER. Y lo pongo deliberadamente en pasado, porque
las circunstancias han cambiado: hoy, un antiguo oyente de la radio de Prisa
sintoniza la cadena de los obispos, con toda naturalidad, para escuchar el
deporte, que lleva la firma de Paco
González, Pepe Domingo Castaño y Manolo
Lama, el triunvirato que regía los destinos del antiguo “Carrusel Deportivo”, en la SER, antes de
su huida hacia la Cope que, sin embargo, se muestra incapaz de mantenerlos en
su red de programación, más allá del escarceo deportivo.
En
definitiva, quiero subrayar la vinculación emocional existente entre el oyente
y quien le habla en la radio. Una vinculación que se traduce también en una
mayor confianza en la persona/voz elegida. Por muy diversas circunstancias.
Esta credibilidad volcada en los comunicadores de la radio se suma al
patrimonio de cada uno de los profesionales y se realimenta con el paso de los
días, y de los programas. Todos ellos tratan, con su esfuerzo, de revalidar día
a día la confianza y de sortear el error o, también podría denominarse así, la
decepción.
Goyo González, o la integración de la publicidad en la marcha del programa |
Llegado
este punto en que expongo el proceso de enriquecimiento de la credibilidad de
los profesionales de la radio, quiero pasar a analizar otra realidad que se
presenta, consustancialmente, en la radio comercial (la radio pública se
financia con fondos públicos, excepto algunas autonómicas que cuentan
deslealmente con recursos mixtos). Me estoy refiriendo a la publicidad. Los
comunicadores tienen que convivir con ella y, al mismo tiempo, mantener y
enriquecer su credibilidad como profesionales. Complicado.
Los
modelos son diferentes. Mientras que en la SER nadie oirá a Gemma Nierga, a Carles Francino, o a Javier del Pino ejercer de
prescriptores de una marca comercial; en Onda Cero es norma habitual, lo hace
Carlos Herrera, y no solo él, sino casi todos sus colaboradores de “Herrera en la Onda” (a partir de las
10:00 horas) en un intento loable de Herrera, dicho sea de paso, por
incrementar los ingresos de quienes contribuyen a darle brillo a la hora de los
Fósforos. Recuerdo que en su día resultó
un auténtico hito lograr que Iñaki
Gabilondo diera paso a El Corte Inglés, que simplemente citara la marca
comercial del anunciante que, por cierto, ocupa el primer lugar de la inversión
publicitaria en España. La programación local, hasta hace relativamente poco
tiempo, mantenía un modelo diferente. En este caso los comunicadores locales sí
ejercían la prescripción citando marcas, sin ningún tipo de problema.
Ahí se
situaron, al frente de los programas locales de Radio Madrid, Goyo González y José Luis Arriaza, y antes Pepe Domingo Castaño que se ocupaba de
un “Hoy por Hoy Madrid” la mayoría de
las veces hipersaturado de publicidad, lo que provocaba las quejas, en
ocasiones airadas, del gallego, acostumbrado sin embargo a lidiar en estas
plazas complicadas con éxito. Luego, la SER trasladó su modelo de cadena a
local, impidiendo que los presentadores se implicaran en la labor comercial que
quedaba en manos de los locutores de turno, en un intento por mantener inmaculada la imagen/credibilidad del
conductor del programa.
Otro grande de la radio comercial: José Luis Arriaza, en plena faena |
¿La
publicidad, por tanto, en la SER, la consideran una mácula, en tanto que evitan, como norma, que sus comunicadores se emborronen con ella? Eso parece. Pero da
la casualidad de que la SER, como la Cope u Onda Cero, viven, única y
exclusivamente, de la publicidad. Carecen de otros ingresos. En tiempos de
crisis, los medios deberían redoblar su interés por cuidar a sus fuentes de
financiación; dicho de otra forma: deberían mimar más, si cabe, a sus
anunciantes. Si la empatía es una actitud, incluso herramienta, en toda
negociación, como defienden en las Escuelas de Negocio, ante los anunciantes
también funciona muy bien. Imaginen la cara que se le puede poner a un
anunciante (y es un caso real) cuando entra en el locutorio de una emisora de
radio a realizar un microespacio, por el que ha pagado la tarifa
correspondiente, y el conductor del espacio no solo le niega la mirada, o el
saludo, sino que se levanta de su silla y se ausenta durante los tres minutos
de su duración, como si huyera de un virus… Es cierto también que el liderazgo
de audiencia confiere ciertas prerrogativas que permiten distanciarse más de la
prescripción publicitaria. Pero eso no quiere decir que resulte lo más
recomendable, y eficaz.
Los
anunciantes buscan la rentabilidad de su inversión publicitaria. No se trata de
ONG’s que se dejan su dinero para sufragar filantrópicamente la labor de los
medios. Ni tampoco van por ahí manchando
a quienes hablan con ellos para involucrarse en la prescripción. La publicidad,
que no deja de tener un componente informativo, se sirve del lenguaje
persuasivo para convencer a los oyentes de disfrutar de las excelencias de sus
productos o servicios. Y en ese camino, deberían encontrarse con la
complicidad, y hasta con el cariño, de los comunicadores de la radio.
Continúa...
Soy un oyente empedernido de la radio. Vivo, respiro, duermo con ella.
ResponderEliminarDesde hace mas de 40 años no hay un día que no ponga el dial.
Hasta hace poco era en Bruselas. Escuchaba las radios en Bélgica y Francia y por las ondas cortas REE y desde hace unos años por Internet el resto.
Siempre he sentido una profunda admiración por la calidad y la importancia de la radio en España. Bélgica por razones económicas siempre ha apostado por una radio basada en la gran mayoría por la música.
Solo la Radio publica y desde los 90 una radio privada tienen una programacion generalista en la parte francofona del país..
Uno de los elementos mas diferenciadores siempre ha sido la importancia de las voces en España.
Gabilondo, Herrero, Del Olmo, De la Morena.... grandes voces presentes durante décadas y décadas.
Y lo que para mi era la riqueza de la radio española se ha convertido con el paso del tiempo en uno de los principales problemas.
En los 80 y los 90 la radio era también imaginación: El loco de la colina, Magin Revillo, Javier Sarda..... Aportaban talento y sobre todo un lenguaje profundamente radiofónico.
Pero progresivamente las radios generalistas se fueron pareciendo las unas a las otras. Todo dividido en grandes bloques, mañana, tarde, noche, y deportes. Los mismos presentadores décadas tras décadas. Una especie de formato único para todas las radios. Algunos mas de derecha otros mas de izquierda pero siempre el mismo formato.
Eso ha impedido la llegada de nuevos talentos. Ha empobrecido el formato radio.
En Francia solo existe un programa con tanta historia como la mayoría de los programas de este país: “ Les grosses Têtes” de RTL, un programa de humor popular presente en el dial desde 1977.
Eso no significa que no hay programas y periodistas que llevan tiempo en la radio. Pero la renovación de los programas es permanentemente. La radio es un medio de costumbres pero en España esto ya no es una costumbre, es un verdadero impedimento para renovar el dial.
Estos años se ha buscado lo seguro tomando un mínimo de riesgos. Eso es miedo y desconfianza en el oyente.
Gracias por la reflexión 'en voz alta', y por elegir este modesto blog como altavoz José Luis. Con tus palabras confirmas hasta qué punto la radio se mete en nuestras vidas. Un saludo muy cordial.
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente el primer día que le enseñé a un compañero donde estaba yo (que era escocés) un programa de carrusel. Se quedó horrorizado... jamás pudo entender (le horrorizaba) que un presentador hiciera menciones publicitarias. Cuando vio eso en la tele, me dijo que si en España estábamos locos, y que cómo un presentador puede hacer publicidad y dar noticias o llevar un espacio... Me quedé pensando: "será cosa española"...
ResponderEliminarespañola y latinoamericana. No me imagino a ningún periodista francés ni nórdico cantar la publicidad como la hace Pepe Domingo Castaño.
ResponderEliminarEn Latinoamerica como en Argentina los propios periodistas que retransmiten los partidos se convierten en prescriptores de la publicidad. Hay momentos donde no se sabe si están hablando del partido o de una cuña publicitaria.
En Argentina un gran periodista como Nelson Castro de Radio Mitre no tiene miedo en promocionar colchones en su programa.
Eso si en los países nórdicos seria algo impensable. La separación de la información y la publicidad en Francia es absoluta. Jamas he oído a un periodista conocido o desconocido promocionar ningún producto en sus programas. Pienso que para ellos es algo que jamas se han planteado. Seria impensable. Cuestión de estilo.
Parece ser que en la Ser no hay director de antena, porque si no no podría see que continuamente traten a la publicidad como hace décadas.
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