Apuntes para una clase sobre el magazine en la radio
https://www.gorkazumeta.com/2012/12/apuntes-para-una-clase-sobre-el.html
¿Qué prefieres: que te crean o que te quieran?
Las parrillas, repletas de magacines
Por lo demás, aparte del olvido de la RAE, que no creo deliberado, es cierto que un magacín (asumo la grafía recomendada por la Academia) trata de muchos temas “inconexos y mezclados”. La definición nos lleva a hablar de un gran contenedor de contenidos, un zurrón de aire, en el que caben temas de lo más variopinto. De ahí que las parrillas de la radio generalista española estén saturadas de magacines por todas partes: nada más fácil que establecer programas ómnibus para darle salida a todo aquello que no tiene espacio en un informativo, y de paso para sumar oyentes (acumulando horas de emisión) al EGM. Por eso, esta temporada “La Ventana” (SER) ha sumado una hora más de programa, por la cola (19:00-20:00 h.); al revés que “La Tarde” (COPE), que la ha sumado al comienzo (15:00-16:00 h.).
El
magacín, por tanto, cumple con dos objetivos: rellenar programación y sumar
oyentes. Alguna vez escuché, con sorna, no desprovista de una maledicencia
fundada en una pretendida y forzada realidad, que los programas (magacines
incluidos) estaban para rellenar los huecos que dejaban los informativos. La
frase, ocurrente, generalmente pronunciada por un miembro de los servicios
informativos, no está exenta de evidente prepotencia por parte de algunos
periodistas, que discriminan unilateralmente las bondades de los magacines,
frente al alto y exclusivo valor de
los informativos. En esta pelea, en la que no voy a entrar, que ha provocado,
de siempre, serios encontronazos a lo largo de la historia de la radio, los
magacines (generalistas y musicales) han mantenido siempre la cuerda de la sokatira muy tensa con los informativos
y, en cuestiones de audiencia, los magacines han resultado mejor parados, en su
conjunto, pese a que los informativos se programan en prime time.
Presentar un magacín es hablar de la vida, compartirla con los oyentes, a través de la radio, viviéndola en el mismo tempo que la vivimos todos, minuto a minuto, con referencias temporales constantes. Una narración vital que camina pareja al descubrimiento natural de la personalidad de quien presenta, que le acerca mucho más al oyente, y aprovecha toda la calidez de que es capaz el medio. Presentar un magacín es, en definitiva, reírse, emocionarse, llorar, estremecerse con los oyentes, en primera persona, pero posicionándose siempre ante el micrófono con un único e inapelable límite: el respeto al oyente, a todos los oyentes, de manera que evitemos faltas, y errores, que nos enemisten con él.
Durante
estas semanas estoy disfrutando con mis alumnos del CES, porque su pasión me
contagia, y me alimenta. Demuestran un inusitado interés, en estos tiempos
difíciles, por acercarse a la radio con los ojos abiertos, sin vértigo, con
tanta naturalidad como inexperiencia. Pero me reconforta saber que hay jóvenes
que, tarde o temprano, nos sustituirán al frente del micrófono, con savia nueva
y, seguro, nuevas ideas que contribuirán a renovar este medio tan querido por
todos los que lo disfrutamos.
Mi
responsabilidad en las clases del Máster en Periodismo Audiovisual RTV se circunscribe a los magazines en radio. En la primera
sesión que mantuve con ellos traté de ubicar el magazine y, como no podía ser
de otra forma, recurrí a la RAE para definirlo. Cuál fue mi sorpresa cuando me
di cuenta de una laguna de tan prestigiosa institución, que vela por el
patrimonio (vivo) de nuestra lengua, al comprobar que ¡se habían olvidado de la
radio! La RAE define “magazine” (recomienda la grafía “magacín”) como “espacio de televisión en
que se tratan muchos temas inconexos y mezclados”.
¡Vaya! ¿Y la radio?
¿Dónde está? La Real Academia Española
obvia, de golpe y porrazo, que la televisión llegó más tarde que la radio y que
se limitó a copiar a ésta (como antes hizo la radio con respecto a la prensa,
¿recuerdan… “diario hablado de RNE”…?).
Los alumnos del CES trabajan "en directo" |
Las parrillas, repletas de magacines
Por lo demás, aparte del olvido de la RAE, que no creo deliberado, es cierto que un magacín (asumo la grafía recomendada por la Academia) trata de muchos temas “inconexos y mezclados”. La definición nos lleva a hablar de un gran contenedor de contenidos, un zurrón de aire, en el que caben temas de lo más variopinto. De ahí que las parrillas de la radio generalista española estén saturadas de magacines por todas partes: nada más fácil que establecer programas ómnibus para darle salida a todo aquello que no tiene espacio en un informativo, y de paso para sumar oyentes (acumulando horas de emisión) al EGM. Por eso, esta temporada “La Ventana” (SER) ha sumado una hora más de programa, por la cola (19:00-20:00 h.); al revés que “La Tarde” (COPE), que la ha sumado al comienzo (15:00-16:00 h.).
Nada hay mejor que aprender un oficio haciéndolo |
El magacín marca una extraordinaria coexistencia de todos los géneros de la radio. Su versatilidad permite combinar la entrevista, la información, la tertulia, el reportaje... Y las posibilidades, abiertas y numerosas, nos obligan a perseguir un elemento que, hoy en día, debe diferenciar, como nuevo sello de calidad, los magacines de la radio del siglo XXI: la creatividad, la originalidad. No podemos caer en el academicismo o, peor, en la cómoda rutina que llega para guarecernos de la incapacidad de afrontar un programa original, rompedor, iconoclasta, personal.
Que te crean, o que te quieran
Alguna vez me han preguntado si prefiero hacer informativos o programas magacín. Y, aunque mi primera e inmediata respuesta era la genérica de “prefiero hacer radio”, una vez reflexionada la cuestión, respondí a mi interlocutor a la gallega: “¿tú qué prefieres, que te crean o que te quieran?”. Esto es lo que tiene la radio. Los periodistas adscritos a los Servicios Informativos de una cadena de radio aspiran a ganarse la confianza de los oyentes (basada en su credibilidad), pero poco más. La puesta en escena (la radio no deja de tener componentes teatrales, igual que la televisión) no deja margen para mucha más flexibilidad. Sin embargo, quien presenta un magacín está acercándose muchísimo más al oyente. Parafraseando la popular frase publicitaria, “el algodón no engaña”, podría decirse que “la radio no engaña”. Escuchando un magacín con asiduidad, es muy fácil conocer, no ya profesionalmente, sino personalmente, a quienes lo presentan. Seguro que muchos de los lectores de estas líneas están pensando en los gustos de Pepa Fernández o José María Íñigo; en las aficiones de Gemma Nierga o Francino o en los vicios, confesables, de Carlos Herrera o Javier Cansado, por citar solo unos pocos ejemplos. Los actores que se sitúan frente al micrófono llegan a convivir con él de una manera tan estrecha, y hasta natural, que, sin darse cuenta, se confiesan ante el oyente, y éste, receptivo, se encariña más con ellos o, por contra, definitivamente, les detesta más. De ahí mi respuesta de si prefieres que te crean (informativos) o que te quieran (magacines).
Carlos Herrera, ¿el último dinosaurio?
Seguro que hay algún lector avezado que piensa que son perfectamente compatibles, que uno puede ser querido y, al mismo tiempo, creído. Sin duda, estoy de acuerdo con el planteamiento. Pero este caso, el de la dualidad de condiciones en un comunicador de radio, no es fácil de encontrar. De hecho, las recientes reestructuraciones de las programaciones de algunas grandes cadenas, como la SER o la COPE, que han diseccionado sus mañanas, responsabilizando a dos profesionales, con registros diferentes, de los tramos de información y de magacín, viene a confirmar que hoy en día no hay profesionales que aúnen ambas maneras de dirigirse a los oyentes. Estoy en completo desacuerdo. Si atendemos a esta nueva situación, habría que hablar de Carlos Herrera, como “el último dinosaurio”, que sigue la estela de Luis del Olmo y de Iñaki Gabilondo. Y no es así. Me atrevo a afirmar, que al ponferradino y al almeriense se les quiere más que se les cree y al donostiarra se le cree más que se le quiere, bien entendido que cada uno de ellos ha luchado –y mucho- por alcanzar el registro del que carecían cuando empezaron: el tono de informativos en el caso de Del Olmo y Herrera y el tono de magacín en el caso de Iñaki. Y ahí va una última pregunta para cerrar este párrafo: ¿podría asumir Gemma Nierga la presentación del tramo informativo en el “Hoy por Hoy”? Rotundamente, sí.
Que te crean, o que te quieran
Alguna vez me han preguntado si prefiero hacer informativos o programas magacín. Y, aunque mi primera e inmediata respuesta era la genérica de “prefiero hacer radio”, una vez reflexionada la cuestión, respondí a mi interlocutor a la gallega: “¿tú qué prefieres, que te crean o que te quieran?”. Esto es lo que tiene la radio. Los periodistas adscritos a los Servicios Informativos de una cadena de radio aspiran a ganarse la confianza de los oyentes (basada en su credibilidad), pero poco más. La puesta en escena (la radio no deja de tener componentes teatrales, igual que la televisión) no deja margen para mucha más flexibilidad. Sin embargo, quien presenta un magacín está acercándose muchísimo más al oyente. Parafraseando la popular frase publicitaria, “el algodón no engaña”, podría decirse que “la radio no engaña”. Escuchando un magacín con asiduidad, es muy fácil conocer, no ya profesionalmente, sino personalmente, a quienes lo presentan. Seguro que muchos de los lectores de estas líneas están pensando en los gustos de Pepa Fernández o José María Íñigo; en las aficiones de Gemma Nierga o Francino o en los vicios, confesables, de Carlos Herrera o Javier Cansado, por citar solo unos pocos ejemplos. Los actores que se sitúan frente al micrófono llegan a convivir con él de una manera tan estrecha, y hasta natural, que, sin darse cuenta, se confiesan ante el oyente, y éste, receptivo, se encariña más con ellos o, por contra, definitivamente, les detesta más. De ahí mi respuesta de si prefieres que te crean (informativos) o que te quieran (magacines).
Estudios del CES |
Seguro que hay algún lector avezado que piensa que son perfectamente compatibles, que uno puede ser querido y, al mismo tiempo, creído. Sin duda, estoy de acuerdo con el planteamiento. Pero este caso, el de la dualidad de condiciones en un comunicador de radio, no es fácil de encontrar. De hecho, las recientes reestructuraciones de las programaciones de algunas grandes cadenas, como la SER o la COPE, que han diseccionado sus mañanas, responsabilizando a dos profesionales, con registros diferentes, de los tramos de información y de magacín, viene a confirmar que hoy en día no hay profesionales que aúnen ambas maneras de dirigirse a los oyentes. Estoy en completo desacuerdo. Si atendemos a esta nueva situación, habría que hablar de Carlos Herrera, como “el último dinosaurio”, que sigue la estela de Luis del Olmo y de Iñaki Gabilondo. Y no es así. Me atrevo a afirmar, que al ponferradino y al almeriense se les quiere más que se les cree y al donostiarra se le cree más que se le quiere, bien entendido que cada uno de ellos ha luchado –y mucho- por alcanzar el registro del que carecían cuando empezaron: el tono de informativos en el caso de Del Olmo y Herrera y el tono de magacín en el caso de Iñaki. Y ahí va una última pregunta para cerrar este párrafo: ¿podría asumir Gemma Nierga la presentación del tramo informativo en el “Hoy por Hoy”? Rotundamente, sí.
Aquí Gorka Zumeta desmenuzando con los alumnos el programa recién realizado |
Un único límite: el respeto al oyente, siempre
Presentar un magacín es hablar de la vida, compartirla con los oyentes, a través de la radio, viviéndola en el mismo tempo que la vivimos todos, minuto a minuto, con referencias temporales constantes. Una narración vital que camina pareja al descubrimiento natural de la personalidad de quien presenta, que le acerca mucho más al oyente, y aprovecha toda la calidez de que es capaz el medio. Presentar un magacín es, en definitiva, reírse, emocionarse, llorar, estremecerse con los oyentes, en primera persona, pero posicionándose siempre ante el micrófono con un único e inapelable límite: el respeto al oyente, a todos los oyentes, de manera que evitemos faltas, y errores, que nos enemisten con él.
Aunque
mis comienzos profesionales se encauzaron por el área de los informativos,
donde aprendí a desenvolverme en este oficio maravilloso, lo cierto es que al
pasarme a los magacines, me sentí liberado de una pose maniatada por la información.
Pero esto no termina aquí: habrá ocasión para hablar en su momento de géneros
mixtos: cuando se trata la información con tono de magacine, sin que se merme
la credibilidad. Al contrario, enriqueciéndola. Y pongo un nombre para el
debate: el de Carlos Alsina (Onda
Cero).