De premios de radio, y de los Ondas 2012 (I)
https://www.gorkazumeta.com/2012/11/de-premios-de-radio-y-de-los-ondas-2012.html
Los Ondas son los premios de mayor solera y tradición de la radio española. Su prestigio a nivel internacional era comparable, más en otros tiempos pretéritos, a otros grandes concursos como el Prix Montecarlo, auspiciado por RMC y el Prix Italia, con la RAI como promotor principal. En ambos tuve la oportunidad, y el honor, de participar como jurado, en representación de la SER, a principios de los 90. Incluso acudí a Montecarlo defendiendo un programa propio (“Fantasía en dos siglos, homenaje a Mozart”), coincidiendo con el bicentenario de su muerte (1991), en el que me tomé la licencia de resucitar a Mozart en el año 2000, delante de un sintetizador. ¿Qué música habría compuesto, de haber podido contar con instrumentos electrónicos, del siglo XX? Ésa era mi propuesta. El programa gustó, más la idea que el resultado, debo reconocer con honestidad. En cualquier caso, la experiencia, sumada la italiana, me permitió conocer los intríngulis de unos concursos internacionales de radio, de primerísimo nivel.
Tanto
en Montecarlo como en Sicilia (la sede del año 1991) tomé contacto con colegas
de otras cadenas de radio europeas y americanas, de Hungría, Francia,
Yugoslavia (la de Tito), Canadá, Noruega o Alemania, entre otros países. A
ambos concursos acudí acompañado de Alfonso
Gallego, directivo entonces de RNE, un auténtico caballero, que se las
sabía todas de la dinámica de estos certámenes. Era un lujo para mí contar con
su veteranía en estas lides, a la que intenté corresponder, a pesar de mi
bisoñez. Alfonso aunaba un profundo conocimiento del medio y una cordialidad
innata que derrochaba, lo que en mi caso, necesitado de apoyo en aquel contexto
nuevo para mí, constituyó toda una suerte.
Tanto
el Prix Montecarlo como el Prix Italia presentaban una estructura similar. Los
jurados estábamos divididos por secciones (informativos, dramáticos, magazines,
etc.) y teníamos que escuchar bastantes programas, muy bien presentados por sus
realizadores, y acompañados de una sólida documentación cuyo objetivo era
suministrar la información necesaria al jurado acerca de la naturaleza de lo
que iban a escuchar. Eran los programas originales, por tanto había que
escucharlos en su lengua, húngaro, turco, francés, etc., en lo que se me
antojaba una auténtica “Torre de Babel radiofónica”. La documentación anexa
contribuía a aligerar el problema del idioma, sin resolverlo completamente. A
pesar de esta dificultad, que constituía una auténtica barrera, si seguías
puntualmente el guión que te facilitaban en francés o en inglés (los idiomas
oficiales de ambos certámenes, junto con el italiano, en el caso del Prix Italia) la responsabilidad se hacía más llevadera.
Concursos de radio: altares al medio
Para
mí, en mi condición eventual de jurado de ambos certámenes, participar en dos
ediciones, en años consecutivos, supuso un auténtico revulsivo profesional en
mi concepción de la radio. Tanto el Prix Montecarlo como el Prix Italia se
presentaban como auténticos altares
dedicados a ensalzar el medio de comunicación más cálido y humano por
excelencia. Aquellos programas, todos, sin excepción, me enseñaron a concebir
el producto radiofónico casi como un orfebre concibe una joya, como una suma
perfecta de fondo y forma, como piezas de un puzle que encajan sin fisuras.
Allí había toneladas no sólo de oficio, sino también de genialidad. Los
programas que finalmente ocuparon el palmarés –y que lo ocupan cada año- son el
más fiel reflejo de que la radio sigue superándose en atractivo para el oyente.
El ambiente que se respira en los concursos de radio es de una hermandad en torno al medio. Profesionales de todo el mundo se reúnen para seguir disfrutando, para aprender de los colegas, y para, finalmente, premiar a los mejores. Pero no es un ambiente real, hay que ser consciente de ello. Cuando regresé a Madrid, a Gran Vía, bajé de la nube y me enfrenté, de nuevo, a la rutina del día a día. Lo que se presenta a concurso en esos certámenes son programas excepcionales, producto, en la mayoría de los casos, de un trabajo de preproducción y postproducción que los alejan del imperfecto directo que, en el caso de los informativos, resulta determinante para ganar en tensión e interés.
El ambiente que se respira en los concursos de radio es de una hermandad en torno al medio. Profesionales de todo el mundo se reúnen para seguir disfrutando, para aprender de los colegas, y para, finalmente, premiar a los mejores. Pero no es un ambiente real, hay que ser consciente de ello. Cuando regresé a Madrid, a Gran Vía, bajé de la nube y me enfrenté, de nuevo, a la rutina del día a día. Lo que se presenta a concurso en esos certámenes son programas excepcionales, producto, en la mayoría de los casos, de un trabajo de preproducción y postproducción que los alejan del imperfecto directo que, en el caso de los informativos, resulta determinante para ganar en tensión e interés.
La evolución de los Ondas
Los
Premios Ondas, como digo, de larga tradición, incluyen una modalidad
internacional, como los certámenes que he citado. Y a su mismo nivel de
prestigio. En su origen los Ondas se dedicaban exclusivamente a la radio. En
1957 se amplió a la televisión. Prisa Radio, cuando llegó, decidió ampliar las
modalidades premiadas a cine y música –áreas a las que también se dedicaba su
actividad empresarial- con lo que la radio cedió su protagonismo histórico
inicial al resto de medios. La nueva inspiración de los premios nacionales
respondía a una finalidad diferente, y algo más política, que la filosofía de
los Ondas en otros tiempos precedentes. Resulta inevitable, desde hace unos
años, hacer una lectura política del palmarés nacional, más allá de los nombres
en sí mismos, nombres que, en casi todos los casos, incluso en el del polémico y
todavía reciente Ondas a Jorge Javier
Vázquez (merecido más por su repercusión social y concentración de
audiencia que por la calidad del producto) se lo merecen.
Este
año de 2012, en que se cumplen los 59 años de los Premios Ondas, el palmarés
–insisto, el nacional- presenta algunas claves, en tono político, que merece la
pena destacar. Más allá del autobombo de concederse premios a sí mismos –como
el de ‘Hora 25’, por sus 40 años de
historia (merecido pero cuestionado por aunar la SER, la doble condición, dudo
que compatible, de promotora de los premios, y premiada)-, práctica que se
repite cada año con otros programas y profesionales de la casa, devaluando en
parte los galardones, desde el punto de vista de su imagen e imparcialidad, lo
cierto es que los Premios Ondas concentran la atención mediática, cada año, más
por la tradición y el peso histórico que reúnen, que por ofrecer un palmarés
auténticamente independiente e inmaculado.
Momento de la comunicación del fallo del Premio Ondas 2012 |
Este año la Cope sí está en
el palmarés
Para
empezar la SER prefiere premiarse a sí misma que a la competencia. Por citar
solo un ejemplo, la COPE no es muy habitual en el concurso. Y me niego a creer
que la cadena de los obispos carece de programas que merezcan un reconocimiento
a la altura de un Ondas. Pero igual que me parece mal no aspirar a ser
neutrales, también me parecería mal que la Cope promoviera un certamen para
premiarse a sí misma y marginar a la SER. Si habitualmente la Cadena de Ondas Populares Españolas no forma parte del palmarés, este año sin embargo, la cosa
ha cambiado.
El
premio a Javi Nieves, de Cadena 100,
propiedad del Grupo Cope, ha modificado la tendencia a su ausencia habitual. Las
declaraciones del director general de la SER, Alejandro Nieto, que ejerció como presidente del
Jurado de Radio, han
subrayado el mérito de las radios musicales, genéricamente, porque "las
emisoras musicales cada vez más están logrando una forma distinta de hacer radio
respecto a la radio convencional". Y en cuanto al premiado, Javi Nieves, de la Cadena 100,
Nieto argumenta: “creemos que ha logrado
consolidarse como uno de los mejores conductores del espacio radiofónico. No es
fácil hacer un programa magazine donde la actualidad no es el punto importante
del día". Nieves ha logrado crear, sin duda, un buen
programa, destinado a un público más adulto que el perfil de los oyentes, más
juvenil, de Cadena 40 o Máxima FM. Se premia su aportación en Cadena 100, pero
nada se dice de su nuevo rol en las mañanas de Cope, donde ha aterrizado, según
la cadena de los obispos, para “enriquecer” su oferta matinal de prime time; y según otros, para dejar en
evidencia a Saénz de Buruaga, que es incapaz de remontar el segundo tramo
del programa.
Javi Nieves, la Cope en el palmarés de los Ondas |
Continúa...