Miedo a los periodistas
https://www.gorkazumeta.com/2012/04/miedo-los-periodistas.html?m=0
Desde mi renovada condición de profesor de comunicación, me he encontrado en varias ocasiones con el testimonio sincero de ejecutivos de diferentes empresas que me manifiestan su interés por aprender técnicas de comunicación para enfrentarse a los periodistas, exhortados por la necesidad de “hablar su mismo idioma”, seguida de otra razón tan poderosa como triste: “porque me infunden miedo y desconfianza”.
Billy Wilder dando instrucciones a Jack Lemmon en 'Primera Plana' (1974), un retrato feroz y agudo del peor periodismo |
Personalmente,
trato de transmitirles, no sin esfuerzo, que no todos los periodistas responden
al mismo arquetipo que ellos han dibujado y sentenciado ya. Es cierto, por
desgracia, que la profesión se ha esforzado en estos últimos años en
autodesprestigiarse, lo que ha logrado, sin grandes esfuerzos, a raíz de sus
propios enfrentamientos entre grupos de comunicación con diferentes, no sólo
inspiraciones ideológicas, sino también disparidad de criterios empresariales. Y
con actuaciones, y actitudes, que les han alejado de los primeros puestos de
confianza, y credibilidad, de las encuestas del CIS, donde asumen, junto con
los políticos, la peor imagen que puede cosecharse por una actuación tan poco edificante.
La
identificación de ‘prensa=cuarto poder’ no ha perdido fuerza, cuando menos en
la impresión de la memoria colectiva de los españoles. No podemos obviar que
algunos de los nombres más poderosos del ranking de personalidades españolas
que ocupan estos listados pertenecen a periodistas como los de Juan Luis Cebrián, o Pedro J. Ramírez. No es mi deseo
personalizar en ellos, u otros, el fracaso del periodismo español, pero sí
poner de relieve que la labor del periodista está muy lejos de una exposición,
como la estos colegas, tan próxima al poder, e incluso a la vida pública. Así lo entiendo yo.
Aprendí
de Iñaki Gabilondo muchas cosas. Una
de ellas, que no quería comer con políticos, no porque no compartiera con ellos
la preocupación social de trabajar por un país mejor, sino porque no quería
establecer lazos afectivos que pudieran restarle independencia para poder
criticar sus actuaciones con libertad.
Dos periodistas lograron echar de la Casa Blanca a un presidente de los EE.UU., Richard Nixon, en 'Todos los hombres del Presidente' (1976) |
El
principal patrimonio de un periodista es su honestidad e independencia. El
criterio, el conocimiento, se le supone con los años y se certifica con una
trayectoria seria y creíble. El camino para lograr la excelencia en el oficio
es largo, pesado y complicado. Pero el riesgo de perder esa buena imagen pende
de un hilo y casi siempre el profesional se encuentra al borde del precipicio:
debe renovar su patrimonio en cada trabajo, a cada minuto, porque el
desprestigio siempre ronda al acecho. Y emprender el camino de la recuperación
es harto difícil.
El
propio Gabilondo sufrió en sus carnes el desprestigio de su labor profesional,
cuando enconó su actitud crítica en exceso frente a José María Aznar, y cuando durante los difíciles momentos del
atentado del 11-M de 2004 defendió, convencido, la existencia de suicidas en
los trenes de Atocha, sumándose a unas fuentes equivocadas, cuando no
claramente manipuladoras, que nunca desveló. De ambos episodios le he oído
arrepentirse públicamente. Y hacerlo es de sabios.
La ruidosa minoría
Estos
directivos que me piden técnicas para relacionarse con los periodistas
conservan en sus retinas la imagen del ‘periodista
poderoso’, incluso del ‘periodista
carroñero’, que busca y rebusca en las noticias para airear lo polémico, lo
controvertido, lo ‘putrefacto’, como poetizaba García Lorca. Por fortuna, la gran mayoría de profesionales que
ejercen su oficio en este sector tan apasionante como es el periodismo, son
honestos. Estoy convencido. Pero la imagen que prevalece es la de una ruidosa
minoría. A esta penosa imagen tampoco ayudan los pseudoperiodistas que se autodenominan tales y cuya labor se
circunscribe a airear vidas ajenas, a poder ser en medio de gritos y voces en
televisión. La única vida privada que me interesa es la mía y la de mi familia.
Yo no consumo ese tipo de programas. Y en ese círculo, sólo unos pocos se
salvan de la quema, porque ejercen su trabajo desde el respeto, como mi amiga Rosa Villacastín, tal vez porque empezó
haciendo información política.
Los
directivos tienen miedo de enfrentarse a los periodistas porque temen, están
convencidos casi, de que tergiversarán los datos para ofrecer los titulares que
respondan mejor a sus intereses, atendiendo a esa máxima popularmente
extendida, y falsa, de que “no permitas
que la realidad te estropee un buen titular”. Debo reconocer que a menudo me
esfuerzo por encontrar argumentos que defiendan tesis más conciliadoras con la
profesión de periodista. Lo contrario, entiendo, sería abdicar de las originarias
razones que me estimularon para abrazar este oficio que consiste en contar a
los demás lo que ocurre a su alrededor, haciéndolo desde el respeto a la verdad
y a la condición inteligente de nuestros conciudadanos, que nos ceden su derecho
a la información con el único objetivo de que no lo traicionemos.
Una de las mejores películas de la historia del cine -'Ciudadano Kane', de Orson Welles- tiene al (mal) periodismo como protagonista |
¿Qué
es lo que hemos hecho para llegar a este punto? Intentar responder a esta
pregunta supondría el inicio del camino de la recuperación. Analizar las causas,
reconocerlas, nos permitiría encauzar su recomposición como paso previo hacia
un ejercicio del oficio más próximo a la realidad y, por tanto, con un mayor reconocimiento
social, otrora alcanzado.
El
nuevo escenario digital, la multiplicación de canales y redes donde obtener información,
ha venido a complicar aún más nuestro oficio, tal vez a confundirlo. Es el momento
de escarbar en cada caso en busca de aquellas fuentes que merezcan realmente la
pena ser seguidas y atendidas. Habrá que quitar la maleza para encontrar el camino.
Y ahí es donde el buen periodismo resurgirá fuerte y renovado. Un periodismo que
sólo tome partido por el buen periodismo, y no por una facción política o un interés
espurio.
Pero
este nuevo entorno que nos ha tocado vivir y que va a revolucionar el panorama de
los medios de comunicación, sobre todo de la prensa escrita, a la que ha puesto
fecha de defunción anticipada, no puede despacharse en tres líneas, por voluntariosas
que sean. Ya habrá más momentos para analizar en mayor profundidad este nuevo marco
que aún está en mantillas…
Muy interesante, Gorka. Ese miedo, pero al mismo tiempo respeto de las empresas al periodismo, hace que los gabinetes de prensa y agencias de comunicación cobren cada día mayor importancia, entre otras cosas. En la misma línea, la supervivencia del periodismo, del buen periodismo, depende de su capacidad de adaptación y reconversión a los nuevos tiempos. El problema es si esta reconversión, sobre todo en el nuevo escenario digital, se está haciendo desde la honestidad.
ResponderEliminarUn abrazo.