El estupidiario de Carlos Herrera (Onda Cero)
https://www.gorkazumeta.com/2012/03/el-estupidiario-de-carlos-herrera-onda.html?m=0
“El
humor de este país está en los oyentes”
Publicidad con los oyentes, un peligro
Hoy viernes recuperamos el buen humor relacionado
con la radio, donde los gazapos –el Estupidiario- tienen mucho que aportar. En el primer
volumen (Aguilar, 1999) tuve la oportunidad de entrevistar a Carlos Herrera, maestro
y amigo, acerca de sus equivocaciones más simpáticas, y esto fue lo que nos contestó. ¡Disfrútenlo!
Es
un hombre de radio que no tiene inconveniente en desvelar su fórmula secreta.
En la proporción debida, utiliza con inteligencia un poco de ternura, otro poco
de ironía, un poco de distanciamiento y, por último, mucho de respeto, para
enfrentarse diariamente, a través de Onda Cero Radio, al cuerpo al cuerpo con
los oyentes. Para él el humor es una postura, una actitud ante la vida. Y es
verdad: el vitalismo que derrocha Carlos contagia. Por eso es un placer
escucharle. Y la radio no engaña…
Carlos Herrera en los estudios de Onda Cero (Fotografía Onda Cero) |
Hablar de la presencia
del humor en los programas de Carlos tal vez sea una redundancia, porque este
barcelonés, de origen almeriense, con
corazón sevillano, ha transformado la ironía, una figura literaria, en una
figura radiofónica. Reconoce que hace programas con humor, pero no de
humor. El contagio con los oyentes es continuo. “Donde está verdaderamente el humor de este país es en el pueblo llano,
en los oyentes. Por eso cuando abro el micrófono a la participación no dejo de
sorprenderme con sus ocurrencias e imaginación”. Algo de eso fue lo que le ocurrió cuando
recibió la llamada de uno de sus oyentes, en RNE, y le contó una historia
imposible cuya veracidad, si se nos apura, queda incluso en segundo término de
importancia, dada la imaginación que refleja.
El
elefante y la Guardia Civil
El oyente acudió a un
safari fotográfico junto a sus hijos y, en un determinado momento, los
inconscientes pequeños, desoyendo las recomendaciones del padre, abrieron la
ventanilla y extendieron su brazo con un cacahuete dirigido a un elefante. El
paquidermo no sólo dio buena cuenta del cacahuete, sino que introdujo su trompa
por la ventanilla del vehículo. El padre se asustó, cerró la ventanilla y pilló
la trompa con el cristal al pobre animal. Éste se puso nervioso, intentaba infructuosamente
librarse de aquella presión que le mantenía unido al coche, y zarandeó el
vehículo, dejándolo algo maltrecho y abollado. Los nervios se apoderaron del
padre de familia y sólo lo lograron calmar las buenas artes del personal del
Safari, con unas cuantas copitas de algún brebaje que logró engañar a sus
neuronas.
Las aguas volvieron a su cauce, la familia reemprendió la marcha con
aquel coche irreconocible y la
Guardia Civil les interceptó en la carretera. ‘¿Qué les ha
ocurrido?’ –preguntó el número de la Guardia Civil-. El cabeza de familia le respondió
con una verdad increíble: ‘Nos lo ha hecho un elefante’. Evidentemente la
reacción del agente, fácilmente imaginable, fue la misma que si el ocupante del
vehículo se hubiera identificado como ‘Napoleón
Bonaparte’. Así que decidió asegurarse y someter al conductor a la
pertinente prueba etílica que, por supuesto, tras las copitas del safari...,
dio positivo. Balance: vehículo destrozado y retirada del carné de conducir.
Todo un día de suerte.
Atento a la emisión (Fotografía Onda Cero) |
Carlos Herrera también
tiene un gazapo antológico que no tiene inconveniente en comentar, poniendo en
práctica aquello del narcisismo de los profesionales de la radio con sus
gazapos. “Es que hay que darse cuenta de que mi pata vive dentro del gazapo”.
El
peligro de un micrófono abierto
Carlos Herrera recuerda
aquello como un cúmulo de gazapos. Llevaba poco tiempo con un micrófono en la
mano, estaba prácticamente comenzando, como quien dice. La emisora en la que
trabajaba había instalado un estudio móvil en una Feria “Y allí estaba yo, con mi traje cruzado, bien peinado (cuando podía…),
‘corbatón’ muy gordo, de los de entonces, y mi Cruz del Silencio colgada al
cuello, en fin, perfecto. Mis comentarios en aquellos momentos, os los podéis
imaginar sin esfuerzo: ¡¡Ozú, qué Feria! ¡Cuánta gente en la Feria ! ¡Qué alegría más
grande de feria! Y en un determinado momento veo que el muchacho de control,
que hacía sus primeros pinitos igual que yo, empezó a hacerme el gesto
inequívoco de la tijera, y me dice: ‘se ha ‘cortao’, se ha ‘cortao’, no hables
porque no sale’. ‘Ah, ¿se ha ‘cortao?’–le digo-. Y mi reacción fue automática:
‘Pues ni aquí hay gente, ni esto vale un pimiento, y yo me había acordado de
todas las mulas de todos los que vienen aquí, con la cara de mi….ércoles… que
traen… mira esa señora gorda asquerosa…’. Pero yo como gustándome, ¿no? Y
claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Veo cómo Fernando, el técnico, se
empieza a poner blanco, de blanco pasa a amarillo y así todo el arco iris, y
con un tímido y entrecortado hilillo de voz me dice por los auriculares: ‘no se
había cortado. Es que me había equivocado yo’. Carlos pensó ‘tierra, trágame’.
Su carrera
radiofónica, de por sí corta entonces, después de un episodio como éste, se
acercaba irremisiblemente a su fin. Éste era su pensamiento. Por fortuna, el
episodio pasó, y hasta contó con la complicidad de un comprensivo director. “Me podía haber enviado a lugares muy poco
agradables, sin embargo, lo que me dijo me sorprendió por su magnanimidad.
‘¿Qué te ha pasado –me dijo el director-, que se te ha acercado alguien, te ha
quitado el micrófono, ha empezado a decir tonterías y tú no lo has podido
evitar, verdad?’. Yo no le pude decir otra cosa: ‘¿cómo lo has adivinado,
Paco?’. No os podéis imaginar lo que dije por esa boca…”. Y es que la
experiencia enseña que es preferible, por mucha seguridad que tengamos de que
el micrófono está cerrado, no decir ninguna barbaridad cuando lo tenemos cerca.
Gran comunicador |
Para barbaridad lo que
le contestó una oyente, en directo, a Carlos Herrera durante su tiempo en las
mañanas de la Cadena SER.
Había ocurrido una desgracia con una familia, “y a uno le entra el alma caritativa”. Al padre le habían echado
del trabajo, el niño había nacido con un kilo y tuvieron que meterle en una
incubadora, etc… Todas las desgracias unidas. A Carlos se le ocurrió que una
empresa de alimentación infantil podía hacer mucho bien en el seno de aquella
familia tan necesitada y, a través del departamento comercial, se estableció
contacto con ella. “Gracias a Nestlé (por
ejemplo), señora –le dije a la sufrida madre- su niño va a tener las papillas
gratis hasta que se vaya a la mili, y para usted, señora, otro regalo, y para
usted caballero otro, y el niño tiene el pre-universitario pagado… y… Y me dice la señora: ‘¡ah!, pues muy bien,
pero eso mismo ya nos lo dio ‘Puleva’ en la noche de ayer, con lo que muchas
gracias… pero ya no lo necesitamos’. Se me quedó una cara que te aseguro que no
sabía dónde meterme…”. Son los riesgos del directo y las reacciones
imprevistas de los oyentes que, en su ingenuidad, desconocen que pueden hacer
más daño del que creen.
La
impuntualidad británica de Margaret
Thatcher
Ya en la televisión,
Carlos recuerda el caso de la entrevista de Magaret Thatcher, que tardó un año en conseguir. Por fin, después
de muchos esfuerzos de pre-producción, en 1991, Carlos pudo contar con la
política británica. La entrevista se emitió en TVE, dentro del programa
‘Primero Izquierda’. El mismo día del encuentro Carlos Herrera tenía otro
importante compromiso en Jaén, donde debía pronunciar el pregón de las fiestas
locales, y así estaba anunciado. No tenía por qué haber problemas de
incompatibilidad horaria, por cuanto la entrevista con Margaret Thatcher estaba
prevista para las tres y media de la tarde y el pregón era para las nueve de la
noche. Sin embargo, Carlos no podía imaginarse ni por lo más remoto lo que iba
a ocurrir. “Para empezar, la señora
Thatcher llegó, con una ‘impuntualidad’ británica pasmosa, a las cinco de la
tarde. Además, antes de la entrevista, quiso conocerme un poco más y me tuvo
media hora tomando café con ella y hablando de política internacional. Pero no
contenta con eso, quiso inspeccionar el plató. Hizo retirar dos plantas porque decía que le cogía un tiro de cámara
e hizo cambiar hasta la espumilla del auricular pequeño del traductor
simultáneo, porque el color no hacía juego con su traje lila. La entrevista se
prolongó más de lo previsto y al final me hizo darle una vuelta por los
estudios para enseñarle el resto de platós. Y a todo esto, claro, recibiendo cada diez minutos la llamada del
alcalde de Jaén, que preguntaba insistentemente por la situación de la
entrevista, temeroso de que no pudiera llegar al pregón”.
Margaret Thatcher
abandonó los estudios a las ocho de la tarde. Por lo tarde que era, Carlos se
vio obligado a decirle al alcalde de Jaén que no podía ir, que le era del todo
imposible. Le llegó a proponer leer el pregón por teléfono “pero era peor el remedio que la enfermedad. Al día siguiente el
periódico local tituló: ‘Carlos Herrera ha preferido a Thatcher que a Jaén’”.
Ese mismo día, como desagravio, Carlos Herrera decidió presentarse en Jaén para
pedir disculpas, y recibió una bronca de campeonato.