Arco 2012, comunicación en estado puro
https://www.gorkazumeta.com/2012/02/arco-2012-comunicacion-en-estado-puro.html
Una de las obras expuestas en ARCO'12 (Reportaje fotográfico Gorka Zumeta) |
A medio camino entre la comunicación y la sociología, una visita a ARCO (Feria de Arte Contemporáneo), organizada por la Feria de Madrid, siempre encierra interés y, personalmente, reconozco que me enriquece mucho, no tanto por la calidad de las obras en sí mismas -algo muy discutible y subjetivo, desde luego- sino por el apasionante proceso de comunicación que se abre entre una obra de arte contemporánea y quien la contempla.
Introducción al origen del arte contemporáneo
Prácticamente hasta la llegada de las vanguardias (siglo XIX) y el nacimiento de la fotografía (1839) el arte asumía como propio, y principal objetivo, la certificación visual de un personaje o momento histórico; dicho de otra manera: la documentación de la historia. La tendencia alternativa, minoritaria por cuanto la financiación procedía de la aristocracia y el clero que hacían sus encargos como mecenas, era la práctica de L’art pour l’art (el arte por el arte) sin mayor intencionalidad. Sin embargo, la irrupción del arte de la escritura con la luz supuso un auténtico impulso rupturista con el pasado y la apertura de nuevos frentes artísticos, mucho más relacionados con la subjetividad y la aportación estética que con la continuidad de una tendencia academicista que ya estaba próxima a agotarse. El poeta Charles Baudelaire (1821-1867) condenó duramente, como otros intelectuales de la época, la fotografía; aunque al final recondujo sus ataques como crítico de arte, cuando se dio cuenta de que la fotografía llegó, en sus principios, para cumplir, mejor que ninguna otra expresión artística, con la reproducción sistemática de la realidad, mediante un proceso físico-químico.
Los cánones de la obra de Botero... |
Cuando los pintores de la época, que procedían del realismo y del costumbrismo, se dieron cuenta de que su trabajo lo certificaba mucho mejor la fotografía que sus pinceles, por muy artesanos y minuciosos que resultaran, decidieron optar por caminos alternativos, que la historia del arte englobó, tal vez injustamente, dentro del mismo saco de las vanguardias. Así, nacieron el impresionismo o puntillismo, el surrealismo, el dadaísmo, o el cubismo, entre otros movimientos. Más tarde, la realidad se extinguió con la llegada de la abstracción y la condena de la figuración.
Mientras tanto, la fotografía iba caminando, improvisando, sin plantearse caminos, y sin ni siquiera destapar su propio debate interno sobre su indudable condición de expresión artística. Así, el fotógrafo Eugène Atget (1857-1927), el gran fotógrafo/documentalista del París de la segunda mitad del siglo XIX, nunca pretendió hacer arte con sus imágenes, sino utilizarlas para vendérselas a los comercios a los que fotografiaba y poder comer con estos ingresos. Hoy la historia le ha encumbrado.
Vía libre a la creatividad
Con esta introducción quería subrayar que, sin arrogarle todo el mérito, pero sí desde luego reservándole el primer gran impacto, la fotografía fue la liberadora del yugo de la realidad que maniataba al arte contemporáneo. A partir del XIX, y sobre todo del XX, los creadores no tenían que cumplir ningún compromiso estético con la realidad, sino partir de su propio universo creativo. ARCO es fiel reflejo, todos los años, uno tras otro, de que la imaginación desbordante de los autores (no todos son artistas) es la principal condición que atrae al público visitante.
Pero en este proceso abierto, no todo vale. Obras como ésta que acompaña al texto, un cuadrado pintado de verde, sin mayor matiz, no puede reivindicar su condición de arte, cuando no existe nueva aportación, más allá de recrear caminos que ya se abrieron hace muchos años, con el ‘Cuadrado blanco sobre fondo blanco’ (1918) del pintor ruso Kazemir Malevich (1878-1935) que sí resultó un auténtico bombazo por la provocación que supuso en su época, y por ser el primero que lo hizo. No quiero decir con esto que abomine de las recreaciones, pero sí de arrogarse méritos que la historia, y otros nombres, ya alcanzaron antes con honores.
Sin comentarios. No los merece |
Pero en este proceso abierto, no todo vale. Obras como ésta que acompaña al texto, un cuadrado pintado de verde, sin mayor matiz, no puede reivindicar su condición de arte, cuando no existe nueva aportación, más allá de recrear caminos que ya se abrieron hace muchos años, con el ‘Cuadrado blanco sobre fondo blanco’ (1918) del pintor ruso Kazemir Malevich (1878-1935) que sí resultó un auténtico bombazo por la provocación que supuso en su época, y por ser el primero que lo hizo. No quiero decir con esto que abomine de las recreaciones, pero sí de arrogarse méritos que la historia, y otros nombres, ya alcanzaron antes con honores.
En ARCO 2012 encontrarse, a estas alturas, con obras de Miró, Txillida o Tàpies era encontrarse con el pasado. Artistas consagrados, sí; obra muy cara, sí; pero conocida y reconocida. ARCO es más una apuesta de futuro. Sin límites a la creatividad, las obras se acumulan por los pasillos, en forma de pinturas, esculturas, instalaciones, videoinstalaciones, fotografías, por supuesto, todo vale cuando se trata de sorprender y asombrar al público. Pero todo no gusta.
El público y su lenguaje no verbal
Resulta relativamente fácil absorber la información que se genera entre el público como reacción ante las obras que contempla. Por eso, al comienzo, subrayaba la vinculación del arte con la comunicación y la sociología. La pregunta de la que parto a la hora de exponer la siguiente reflexión personal es: ¿quién entiende de arte? Una duda que se me plantea también en otros órdenes de la vida, como el actualísimo de la economía, en el que nunca respondo que las agencias de calificación. En arte ocurre algo parecido: ¿atribuimos a los críticos o entendidos de arte la infalibilidad de que una obra puede adscribirse a ARTE, frente a otra que no supere el umbral? ¡Qué difícil cuestión!
El público en general, enfrentado al análisis de todas y cada una de las obras presentadas en ARCO 2012, intenta, tal vez hipócritamente, no desentonar ni alterar el statu quo del recinto, y sumarse a lo que podríamos calificar un comportamiento sociológicamente irreprochable. Pero en ese enfrentamiento personal e intransferible contemplador/obra sólo unas pocas -la excepción que confirma la regla- merecen una verdadera atención y abren un proceso de comunicación interesante y válido, con contenido.
Franco concentra la polémica de este año en ARCO |
Gestos de incomprensión, sonrisas cómplices, muecas de agravio ante la insolencia y la desvergüenza de muchos autores, o incluso miradas de reconocimiento de la valía de lo expuesto, son algunas de las reacciones que se observan entre el público que acude a ARCO. Pero a pesar de todo, acuden a la cita anual. Y recorren los pabellones en busca de obras que les sorprendan. Pero en su gran mayoría, lo que allí se presenta son juegos divertidos, más o menos originales, casi siempre provocadores, como este Franco encerrado en una máquina de refrescos, icono de esta edición de 2012, que intentan obtener resonancia mediática. En el caso de la obra citada, que rescata al personaje del dictador gallego, no cabe –al menos en mi caso- una identificación con el concepto de arte, incluso a pesar de que los críticos o entendidos me llevasen la contraria. No deja de ser un juego simpático, muy bien realizado, pero de escasa proyección comunicativa y de dudosa perduración en el tiempo.
El juicio personal inapelable
El gran objetivo del arte es provocar un proceso de comunicación rico en matices entre quien contempla y lo contemplado. Por eso suele mantenerse, no sin razón, que el mayor fracaso de una obra pretendidamente artística es la indiferencia. Para sortear este riesgo, muchos autores optan deliberadamente por la provocación más gratuita, que se agota en unos segundos de sorpresa inicial.
El autor persigue abrir un proceso de comunicación, transmitir sensaciones, en busca de una reacción, a través de sus obras. Para ello, y de forma previa, deberá ser él quien desarrolle una obra auténtica, que recoja esos mismos sentimientos que desea trasladar. Si en ese proceso comunicativo, quien contempla la obra expuesta no logra captar el significado último que intentó imprimirle el autor, el proceso habrá fracasado para el autor. Pero también es posible que el contemplador encuentre un significado alternativo al perseguido por el artista. En este caso se dirá de la obra que resulta polisémica.
Quien acude a una exposición de arte es, en sí mismo, el presidente del Tribunal Supremo, y no cabe apelación. Tal vez sí matización. Y recuerdo ahora el proceso que siguió un amigo cuando, reconociéndome abiertamente que la obra del escultor vasco Eduardo Txillida no era objeto de su devoción, al acercarle a ‘Txillida Leku’, en Hernani (Guipúzcoa), el museo que ahora ha cerrado por la crisis, modificó su opinión, enriqueciéndola con información suplementaria sobre los métodos de trabajo que empleaba el artista, lo que le condujo a valorar mucho más su aportación.
El megabotijo de ARCO 2012 rodeado de color |
Por tanto, el juicio que puedan establecer los críticos o entendidos de arte, encumbrando determinados nombres al parnaso de la excelencia artística, no debe influirnos anulando nuestro criterio, sino asesorando nuestro conocimiento. De ahí a que la obra en cuestión nos provoque sensaciones o recuerdos, ‘comunique’ en suma, media un gran trecho. Cada uno es propietario y señor de sus propios gustos y el ARTE recala precisamente en ese estadio subjetivo y personal que identifica a los hombres con su condición humana y los aparta del género animal.
Pero ARCO bien vale una visita… Para cualquiera de los objetivos aquí recogidos: para comprar, para ver, para pasear, para ocupar el tiempo libre o para observar al personal en su relación con las obras (presuntamente) de arte. Yo no compré nada, por si sirve de algo…
Reportaje fotográfico Gorka Zumeta
"¿Dictador gallego?". Ja. Para eso sí que se acuerdan de los gallegos, ¿verdad? Franco tenía de gallego lo que yo de marciano. Nació en Galicia. Pero nada más.
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