La descapitalización del talento
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Esta crisis tan persistente y porosa que padecemos ha logrado algo que ninguna otra había conseguido antes con tanta virulencia: descapitalizar las empresas de talento. En los numerosos cursos internos a los que he asistido en mi vida profesional, se nos transmitía con convicción que el capital más valorado, el patrimonio más estimado de una empresa, era su personal.
Así, las empresas cuidaban a sus empleados y los formaban en nuevas tecnologías y herramientas de trabajo, amén de otros cursos relacionados, directa o indirectamente, con la labor de esos mismos empleados, donde se subrayaba que ante todo eran personas y como tales debían ser tratadas. No está tan lejos el concepto defendido por Ignacio López de Arriortua, más conocido por ‘Superlópez’, cuando hablaba del ‘señor trabajador’.
La inversión publicitaria, sustento de las empresas informativas, ha reducido progresivamente sus cifras |
La cultura de empresa
Voces alzadas desde el ámbito de las Escuelas empresariales destacan como máxima que la mayor y más rentable inversión de las empresas debe orientarse en torno al trabajador. Sólo forjando un empleado identificado con su empresa, formado en su seno y permeable a su cultura, se alcanzarán realmente los objetivos perseguidos. Y el camino resultará más viable, y eficaz.
Sin embargo, ante la crisis, las malogradas cuentas de resultados han cambiado radicalmente esta percepción académica y han tirado por los suelos la teoría. Hoy sólo importan los números, y sobre todo el EBIT (beneficios antes de intereses e impuestos). Y como el capítulo más cuantioso de gastos (que antes se consideraba inversión) lo compone el de personal, la estrategia actual está abocada a reajustar ingresos con gastos para mantener el mismo porcentaje de beneficios de otros tiempos económicamente más favorables. Dicho de otra manera: el capítulo de personal es un mal menor para las empresas actuales, hay que reducirlo a su mínima expresión y a poder ser al menor coste.
Si un CEO (consejero delegado) recorta de personal, despide a cuantos más trabajadores mejor (con bajas indemnizaciones, por supuesto), para recortar las cifras de costes en este asiento contable, es más que probable que se le premie con un gran bonus, a pesar de que con esos despidos ha dejado desierto el talento de la empresa a la que pretende defender. Resulta cuando menos paradójico.
CNN+ era deficitaria desde el minuto 1 de su creación, pero Polanco la mantenía por prestigio y orgullo |
De la empresa informativa a la empresa
Ante este contexto, y ya en el sector de la comunicación, hoy podemos afirmar, sin resultar exagerados, sino más bien ajustados a la realidad, que las empresas informativas han perdido su adjetivo y se han quedado deliberadamente huérfanas de su función social más destacada, como es la de ejercer, por delegación ciudadana, un derecho fundamental de los integrantes de una sociedad libre y democrática: el derecho a la información. Desaparecidas las empresas informativas, sólo quedan las empresas. Reconociendo que ésta es hoy día la fotografía, la siguiente afirmación resulta palmaria: la reducción anti natura del talento afecta indefectiblemente a la calidad del producto elaborado o del servicio prestado.
Si buscamos un coste de personal barato trabajaremos en el escalón más bajo de la pirámide de calidad. Los becarios, que como su propio nombre indica, disfrutan de una beca formativa (nada que ver con la realidad), configuran, según este nuevo escenario, la base (inestable) en que se edifica el producto. Los redactores senior, los que ya cuentan con suficiente bagaje y trayectoria como para garantizar el buen ejercicio de ese derecho, desaparecen mediante ERE’s o bajas incentivadas, porque a la empresa le resultan muy caros. Pudiendo tener tres nuevos redactores por el coste de un redactor senior, ¿por qué rehusar a esta posibilidad? ¿Quién se va a dar cuenta?
El cierre del diario gratuito ADN ha sido uno de los últimos. La publicidad ha tenido la culpa |
La crisis ha herido de muerte la calidad
He aquí uno de los errores de muchos empresarios de la comunicación que comulgan con la ‘nueva realidad’ impuesta por la crisis: creer que los consumidores de la información no se dan cuenta de nada. No hay más que escuchar algunas emisoras para comprobar que desaparecen unos nombres y aparecen otros acompañados de voces jóvenes, útiles pero inexpertas. Basta con leer algunos periódicos y darse cuenta de que aumentan los errores tipográficos, ortográficos y hasta sintácticos. Es suficiente con ver la TDT y añorar la televisión analógica, porque hemos perdido muchos puntos en calidad, en beneficio de la cantidad.
¿No hay nada por tanto que tamice el carácter informativo, y por tanto social, de las empresas que se dedican al ejercicio de este derecho? Es probable que sólo nos quede la hipocresía de su discurso, el fariseísmo de su doble juego. Asistimos pues a la decadencia de las empresas informativas que se han dejado llevar por la fiebre del oro. A la crisis se ha sumado otra realidad que hace más incierto el negocio de las empresas de información tradicionales: la llegada de internet. La situación ha obligado a algunas de estas empresas a estudiar un futuro en convivencia con negocios no vinculados a la información para garantizar su continuidad. En definitiva, está muriendo un modelo que hasta ahora funcionaba razonablemente bien. Pero lo más grave es que todavía no está nada claro el camino a seguir, aunque sí por dónde pasa: la red.
Continuará…