Iñaki Gabilondo, espejo de periodistas (I)
https://www.gorkazumeta.com/2011/11/inaki-gabilondo-espejo-de-periodistas-i.html?m=0
Al Maestro
Su mirada. ¿Su secreto?
Zapatero, el Presidente del Gobierno, ha llegado a los estudios de Gran Vía 32. Le recibe toda la plana mayor de la SER, con Augusto Delkáder, entonces Consejero Delegado, al frente. Sonrisas. Manos entrelazadas. Cortesía. Toda la cohorte trajeada emprende el camino hacia los estudios, donde les espera Iñaki, que se levanta en mangas de camisa con la mano extendida dirigiéndose con ímpetu y decisión hacia el Presidente. Zapatero está molesto con algunas críticas de la SER. Y se lo reprocha en directo a Iñaki, que torea en plaza. Me recuerda a aquella otra entrevista a su antecesor, Felipe González, en que le interrogó –mirándole a los ojos- sobre su condición del ‘señor X’ de los GAL. El dominio del lenguaje (verbal y no verbal) de ZP no es comparable al de Felipe. El sevillano le puso las cosas difíciles a Iñaki, le hizo tragar saliva, pero no logró achantarle. El donostiarra preguntó lo que tenía que preguntar. Con elegancia, no desprovista de vigor. Y tensión, que se cortaba con cuchillo. Pero Felipe también estuvo firme. Dominador. Tras aquella visita de ZP a la SER no regresó a Gran Vía. Fue la SER, en lo sucesivo, la que se desplazaba a Moncloa. La llegada del Presidente colapsaba la arteria de Madrid y consumía muchos esfuerzos –y recursos- de su equipo de seguridad.
Una historia real pero novelada
Viene por el pasillo de la SER, desde la redacción, hacia los estudios. Está en pleno ‘Hoy por Hoy’ y ha salido un momento al servicio. Repite a menudo este paseo, rutinario, porque toma mucha agua durante el programa. Sus cuerdas vocales se lubrican y lo agradecen. Seis horas y media ante el micrófono de la SER, su casa, lo exigen, sobre todo después del gran susto de la afonía que le duró varios meses y le obligó a comunicarse recurriendo a una pizarrita. Los compañeros del locutorio y el control se relajan durante su ausencia. Entra de nuevo en el estudio y, con él, regresa la tensión. Su sola presencia imprime nervio. Su mirada, fija, directa, franca, dirigida a quien le habla funciona como un resorte en todos sus sentidos, tensándolos al máximo. Iñaki piensa en radio. Es puro ritmo. Maneja los tiempos como nadie y exige rigor a su equipo. Pero nunca ‘rigor mortis’. Son términos muy diferentes, y nunca compatibles. Y menos en radio. Eso piensa.
Iñaki posando en la redacción de informativos de CNN+. |
Como también piensa que no existe la objetividad en el periodismo, sino la honestidad. El periodista debe ser respetuoso con la verdad de los hechos, y contarla mejor que leerla. Por eso, cuando tuve la suerte de trabajar con él, principios de los noventa, una mañana –en directo-, yo en informativos, me quitó el papel para que dejara de leer y tuviera que contarlo. Su mirada en la mía, mi corazón acelerado, la respiración encogida y la saliva atragantada. Pero salí airoso. Sobreviví al embate. Y me felicitó. Aquella enhorabuena sigue alimentando mi autoestima después de tantos años transcurridos. Aquel episodio surtió mayor efecto en mí que un año de universidad.
Reconocer los errores es de sabios
Sabe que su carrera, aplaudida antes por las dos Españas, sufrió un par de altibajos, el primero cuando decidió enfrentarse a José María Aznar por involucrarnos en la guerra de Irak, en su segunda legislatura, cuando se arrogó una petulancia y una vanidad que demolió su imagen de buen estadista cosechada en sus primeros cuatro años de gobierno; y el segundo cuando anunció la presencia de un terrorista suicida inmolado en los atentados de Atocha del 15-M de 2004, vinculando la acción con el terrorismo islamista, lo que contrariaba abiertamente la versión oficial del Gobierno de la autoría de ETA. Los presuntos intereses espurios del PP mantuvieron esta teoría porque les beneficiaba en las elecciones del 14-M, que finalmente perdieron. Muchos no le perdonaron a Iñaki estos errores. Del primero de ellos ya se ha arrepentido en público. Del segundo pongo la mano en el fuego por él que no respondía a una intención manipuladora, sino más bien a una intoxicación de las fuentes, desgraciadamente no verificadas.
Le costó mucho tiempo aceptar el error –el propio y el ajeno-, la equivocación, la imprecisión. Su rostro se desdibujaba y su sola mirada fulminaba a quien había tenido la osadía de cometerlo. No he visto a nadie con un concepto tan alto del ‘respeto a los oyentes’. Quien se sentaba con él ante el micrófono, no tenía que tenerle miedo al artilugio; pero sí un profundo respeto. Y más si el quitavientos era amarillo. La emisora líder contó durante veinte años con Iñaki Gabilondo al frente de su programa ‘Hoy por Hoy’.
El lápiz del tiempo…
El periodista donostiarra se ha sentado en su silla central del estudio A1 y cruza los brazos a la espera del final de la desconexión local. Iñaki retoma el programa dando la hora y pasándole los trastos a Luis del Val, caballero español de la radio y fotógrafo de la palabra, hoy en la COPE. Luis lee su Carta, escrita a mano en el propio estudio. Pero el tiempo apremia. Iñaki se pone nervioso y le mira. Pero Luis sigue leyendo. Finalmente, le tira un lápiz. Luis se da cuenta. Conoce las reacciones de Iñaki y hace un punto y final en su lectura. Iñaki descansa y sigue repartiendo juego. A la salida, le pide disculpas por el procedimiento tan poco ortodoxo empleado. Sincero.
La radio ha sido su vida |
La tensión que emana Iñaki en el estudio imprime carácter no sólo a su propio equipo, redactores y técnicos; sino también al resto de personal, incluso directivo, de la SER. Ángel Jiménez, su técnico de toda la vida, ya jubilado, y Juan Luis Iglesias conocen todos sus tics, y su particular lenguaje no verbal: las señas que hacía para pedir órdenes. Aparte del levantamiento de cejas de Zapatero, o el de Carlos Sobera, el de Iñaki tenía su arte. Mediante este gesto pedía que le abrieran el micrófono. Y Ángel, después de muchos años juntos, le entendía a la perfección. Incluso, y sobre todo, sus enfados. Los soportaba y los encajaba bien.
Intransigente ante la falta de respeto al oyente
Iñaki llega a una emisora de la cadena, fuera de Madrid, a hacer el programa. Saluda a los oyentes, pero no se oye. Su voz ha salido a antena. Pero él sigue sin oírse. Se enfada. Tira los auriculares contra el suelo, con rabia. Para él eso es un fallo imperdonable. Una falta de respeto a los oyentes. Su punto flaco. El técnico de control, al otro lado del cristal, le mira estupefacto, ojiplático. Derrumbado. Un par de cuñas solucionan la situación. Le cambian los auriculares y el programa continúa. Pero al técnico le costó mucho tiempo recuperar su tono vital. Iñaki le pidió disculpas a la salida. Sincero. Para evitar repetir estas situaciones, Iñaki viajaba con Ángel a todas partes, bien se ponía al mando del control en una emisora, o bien en un teatro, cara al público. Iñaki se sentaba fuera del estudio de Madrid con la misma seguridad de siempre. Tenía a Ángel cerca.
Su mirada. ¿Su secreto?
Zapatero, el Presidente del Gobierno, ha llegado a los estudios de Gran Vía 32. Le recibe toda la plana mayor de la SER, con Augusto Delkáder, entonces Consejero Delegado, al frente. Sonrisas. Manos entrelazadas. Cortesía. Toda la cohorte trajeada emprende el camino hacia los estudios, donde les espera Iñaki, que se levanta en mangas de camisa con la mano extendida dirigiéndose con ímpetu y decisión hacia el Presidente. Zapatero está molesto con algunas críticas de la SER. Y se lo reprocha en directo a Iñaki, que torea en plaza. Me recuerda a aquella otra entrevista a su antecesor, Felipe González, en que le interrogó –mirándole a los ojos- sobre su condición del ‘señor X’ de los GAL. El dominio del lenguaje (verbal y no verbal) de ZP no es comparable al de Felipe. El sevillano le puso las cosas difíciles a Iñaki, le hizo tragar saliva, pero no logró achantarle. El donostiarra preguntó lo que tenía que preguntar. Con elegancia, no desprovista de vigor. Y tensión, que se cortaba con cuchillo. Pero Felipe también estuvo firme. Dominador. Tras aquella visita de ZP a la SER no regresó a Gran Vía. Fue la SER, en lo sucesivo, la que se desplazaba a Moncloa. La llegada del Presidente colapsaba la arteria de Madrid y consumía muchos esfuerzos –y recursos- de su equipo de seguridad.
Continuará...
Ya estoy esperando el II
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