Martín Llade: “Trabajo en la radio que oía desde los 16 años”
https://www.gorkazumeta.com/2017/01/martin-llade-trabajo-en-la-radio-que.html
Entrevista al director de “Sinfonía de la mañana”,
en Radio Clásica (I)
“Llegué a soñar que me ponía ante
el micrófono en mi primer programa y no me salía la voz”
- “De niño ya me consideraban raro, no me gustaba el deporte y prefería los libros; pero no era retraído, no callaba”
- “Los años de la universidad, en Leioa, fueron muy duros: recuerdo un momento terrible cuando una profesora nos contó que habían matado a Tomás y Valiente”
- “Me alegra mucho que la etapa de la violencia en Euskadi haya quedado atrás”
- “Mi favorito, cuando escuchaba Radio Clásica era José Luis Pérez de Arteaga, con quien me confunden por la voz mucho, por cierto”
Definitivamente 2016 ha sido un
buen año para Martín Llade,
profesional de Radio Clásica que en noviembre pasado se llevó a su casa un
caballo alado de los Premios Ondas como reconocimiento a su trabajo en “Sinfonía de la
mañana”, el programa ‘despertador’ de la radio pública más clásica. Del
medio siglo que ha cumplido Radio Clásica, “de soltera” Radio 2, él ha
compartido los últimos diez. Se define como un melómano empedernido, desde bien
niño en que destacó por su amor a los clásicos y por cantar en un coro infantil
de su ciudad natal, que es también la mía: San Sebastián. Es un tipo grande, en
todos los sentidos, incluido el físico; pero sobre todo el generoso, que se
traslució en la recogida de los Ondas, a la que acudió con uno de los mejores
realizadores de RNE, Manolo Téllez,
para compartirlo. Por si fuera poco, la publicación del audiolibro “Sinfonías de la mañana”, donde se
combinan sus célebres y populares relatos, con la música de los grandes
compositores que los inspiraron, ha constituido un éxito sin precedentes para
una publicación de estas características que, de entrada, se presume elitista y
minoritaria. Pertenece a una nueva generación de comunicadores de Radio Clásica
que la están poniendo al día, algo que necesitaba como la noche al día. Pero
este año, que acaba de expirar -el 16- no sólo le ha dejado un poso
extraordinariamente dulce en lo profesional. También ha vivido, en lo personal,
la intensidad de una nueva incorporación a su familia -la llegada de Mikel, que
se ha sumado a la de Maia- y lo señalamos porque él mismo lo ha comentado con sus
oyentes, con los que ha creado una comunidad fuerte en lazos afectivos, como sólo
es capaz de lograr la radio.
-Ese niño que empezó a cantar en el Easotxiki de San Sebastián, empezó
a amar la música clásica desde muy pequeño… ¿Te considerabas un niño raro, o te consideraban en el cole?
Martín Llade, en la Casa de la Radio, en Prado del Rey, en una fotografía que ilustra la entrevista que le realizó la musicóloga Natalia Cabrera |
-Sí, lo era, o lo consideraban.
No me gustaba el deporte y prefería andar siempre por ahí inventando juegos o
con un libro bajo el brazo. Pero en absoluto era retraído, todo lo
contrario. Hablaba con todo el mundo y creo que, ya por entonces, me
costaba callar.
-Todavía hay quien considera que una de las condiciones que debe
cumplir quien se dedique a la radio es la charlatanería. Lo fácil es hablar
mucho; lo difícil, decir algo de interés…
-Por cierto, que tengo una
maravillosa anécdota de esos compañeros del colegio. Yo fui a La Salle de San
Sebastián, en el barrio de Loiola...
-¡…sí! ¡Ya somos dos, yo también! Tenemos más cosas en común de las que
pensaba.
-¡Qué bueno! Te cuento: resulta
que hace unos años gracias a Facebook nos reencontramos unos cuantos excompañeros
en varias comidas. Hace poco, cuando me dieron el Premio Ondas, algunos de
ellos reunidos en un grupo de WhatsApp me propusieron para el Tambor de oro (el máximo reconocimiento
a un donostiarra otorgado por el ayuntamiento de San Sebastián). Yo lo tomé
como una broma, pero lo cierto es que me admitieron entre los nominados. Pues
bien, hace poco hicieron una cena en una sociedad y me regalaron una réplica
del Tambor de oro, con mi nombre, que
me hizo mucha ilusión.
Martín (en el centro) junto a José Miguel López, de "Discópolis" (Radio 3) y su inseparable realizador Manolo Téllez (a la derecha) |
-¡No es para menos! Avanzamos un poco en el tiempo, ¿cómo fueron tus tiempos en Leioa, en la
Facultad de Periodismo, en una universidad muy convulsionada por el ambiente
político que se vive tan intensamente en Euskadi?
-Yo estudié allí en la segunda mitad de los noventa. Fueron tiempos muy duros. Recuerdo las manifestaciones
tras algún atentado, y enfrente, la correspondiente contramanifestación que era
considerada como una provocación. Una vez entró la profesora de Derecho
muy agitada al aula. Nos contó, con gran consternación, que habían matado
a Francisco Tomás y Valiente, que
fue profesor suyo. Fue un momento terrible.
-Eso ocurrió el 14 de febrero de 1996, en la Facultad de
Derecho de la Autónoma de Madrid.
Fue no sólo un atentado terrible, sino un golpe simbólico al librepensamiento
que representa la institución de la Universidad. Pero el tejido social era el
que era, variado, plural…
-Uno de mis mejores amigos en la
universidad es hijo de Gotzone Mora,
que era profesora allí. Fueron amenazados y les hicieron la vida imposible. Al
final, tuvieron que marcharse del País Vasco.
-Como tantas otras miles de familias que prefirieron poner tierra de
por medio ante una presión y un ambiente inaguantables.
También recuerdo, Gorka, cómo
varios profesores abertzales se pasaron años en la puerta de la
universidad con un cartel al cuello. Al parecer fueron despedidos porque no
quisieron aceptar convertirse en funcionarios del Estado, o algo así.
Responsabilizaban de ello a varios profesores que habían sido decanos en su
momento. Uno de ellos tenía especial fijación con el catedrático Santos Zunzunegui, que había sido
decano de la Facultad de Comunicación.
-Fue profesor de teoría de la imagen. Todavía conservo un libro suyo
titulado “Mirar la imagen”, donde
afirmaba, entre otras muchas cosas, que “la
fotografía es la cristalización del momento visual”.
-Pues el tipo éste le seguía por
todo el campus. Siempre sabías dónde estaba Zunzunegui porque este hombre se
quedaba esperándole en la puerta del edificio en el que se encontrara. El colmo
fue que pretendió ya asistir a sus clases de cine. Vino con sus octavillas, que
nos repartió, y explicó que a partir de ese día estaría con nosotros en el
aula. Cuando Zunzunegui se enteró de esto dijo que no podía dar clase
en esas condiciones. O sea que tuvieron que venir los de seguridad. El hombre
se tiró al suelo y uno de los guardas se lo cargó a los hombros y lo sacó de
allí sin violencia. Pero la situación no podía ser paradójicamente más
violenta. Después de aquello, no sucedió nada más durante el curso ni se habló
del tema. Pero el último día, en su última clase, Zunzunegui concluyó diciendo
que le dolía profundamente que ni uno solo de nosotros le hubiera preguntado
por el tema, y se fue bruscamente diciendo "hala, que tengáis buen verano".
-En su momento, cuando exista suficiente perspectiva histórica, y se
olviden los prejuicios y sinrazones, el pueblo vasco -la sociedad vasca- y yo
me incluyo, por supuesto, no saldrá muy bien parado por su indolencia ante los
años más violentos de la historia de nuestro pueblo, pero, claro, el miedo
imperaba…
-Pero el episodio que más me puso
la piel de gallina fue el siguiente: en diciembre de 2000 pusieron una bomba en
un ascensor. Iba dirigida a Edurne
Uriarte, pero por fortuna no llegó a estallar. Yo cogía todos los días ese
ascensor para hacer los cursos de doctorado. Se da la circunstancia de que el
edificio en el que estaba era una especie de barracón de tres plantas, como un
castillo de naipes de frágil. De haber estallado la bomba, se hubiera
derrumbado sin duda matando a mucha gente. Si la memoria no me falla, creo
que hasta Francisco Letamendía,
"Ortzi", -quien, por
cierto, mantendría luego un conflicto con Uriarte por la concesión de una cátedra,
que ganó ella- declaró a la televisión que quienes habían puesto esa bomba
estaban locos.
Un selfie de la mezzosoprano María José Montiel, que acudió a "Sinfonía de la Mañana" para charlar con Martín Llade |
-No olvides que Letamendía fue el cabeza de lista de Euskadiko Ezkerra
en las primeras elecciones tras la muerte de Franco, formación política que
presidía el también abogado Juan Mari Bandrés, y que el PSE-PSOE absorbió en 1993… las vueltas que da la vida.
-Pues te diré algo más de esa
bomba. Me lo contó alguien, creo que fue un bedel, que estuvo presente cuando
vino la Ertzaintza a retirar la bomba. Supuestamente, el perro se orinó en
los pies de una persona... que resultó ser uno de esos que andaba con un cartel
al cuello por el campus. Según esta persona que me lo contó, eso quería
decir que, de alguna manera, el señalado por el perro estuvo en contacto con la
bomba, consciente o inconscientemente. No te puedo asegurar que esta anécdota
sea real, porque yo no la viví personalmente, pero puede dar una idea del clima
que se respiraba entonces.
-Y, a pesar de este clima tan convulsionado, ¿la carrera mereció la
pena?
-Pues, como dices, Gorka, a pesar
de todo, sí, recuerdo con buen sabor de boca mis años universitarios y me lo
pasé muy bien. Podrás pensar que estoy loco…
-…yo no, porque compartí, años antes, ese mismo ambiente, y ejercí de
periodista en San Sebastián en los peores años del terrorismo…
-Pero ésa fue la vida en Euskadi
en los años 80 y 90. Intentar integrar una situación anómala dentro del día a
día de las personas. Me alegra que aquella etapa haya quedado atrás.
Sus charlas y conferencias, difundiendo su amor y pasión por la música clásica son habituales, y muy celebradas |
-Absolutamente de acuerdo contigo, Martín. Cambiamos de tercio, si te
parece: antes de entrar a formar parte de Radio Clásica, ¿tú escuchabas Radio 2, que era como
antes se llamaba? ¿Qué recuerdas de su sonido, y de sus voces, recuerdas a Rafael
Taibo, entre otros?
-Sí, la recuerdo perfectamente.
Estaba suscrito al boletín de programación y a veces grababa ciertos programas
que me interesaban mucho. Taibo era uno de mis predilectos. Me sorprendió muy
gratamente saber que no sólo era una gran voz, sino que además era realmente un
melómano. Y, por supuesto, recuerdo a José
Luis Téllez, José Luis García del Busto y a José Luis Pérez de Arteaga, quienes para mí estaban en una especie
de panteón. Mi favorito siempre fue Pérez de Arteaga, sobre todo por la forma
en la que combinaba su erudición con una aguda ironía.
-Sigue haciendo gala tanto de su erudición, como de su fina ironía, sí…
Es el único superviviente de los que
has citado.
-Recuerdo que cuando empecé a
hacer programas de música clásica en el ‘Taller
de Radio Municipal de Rentería’ y en la ‘Radio de la Casa de Cultura Casares de Alza’ había algunos
conocidos míos melómanos que me llamaban "Arteaga". Es curioso que a veces nos han confundido. ¡Hasta mi
madre le oyó una vez y pensaba que era yo! Y una vez entró una persona en mi
despacho preguntando "¿Dónde está
José Luis? Si le acabo de escuchar aquí dentro". Una vez, divertidos
con el tema, José Luis y yo nos intercambiamos las personalidades al darnos
paso entre un programa y una retransmisión.
Martín ha cambiado una forma de decir en Radio Clásica, alejada de la solemnidad de antaño |
-¿Te veías haciendo un programa
allí o, directamente, creías que no encajabas?
-Empecé haciendo programas de
música clásica en esos talleres. Era evidente que ése era mi modelo de radio.
Pero trabajar aquí parecía imposible... Un sueño. Además, yo vivía en
Donosti... ¿Cómo sería posible aquello? Cuando ya trabajaba en Madrid, en una revista
de música clásica, conocí a José Adolfo
Vayá, director por entonces de "Los
conciertos de La 2". Fue él quien me dijo: le voy a hablar de ti a José Manuel Berea, director de Radio Clásica. Y Berea, que leía mis artículos en
aquella revista, decidió darme un programa de verano. Eso fue en verano de
2006. Al principio me daba mucho respeto. Hasta llegué a soñar que me ponía
ante el micrófono en mi primer programa y no me salía la voz. Pero con el
tiempo los nervios cedieron y me sentí más a gusto. Pero era normal sentir
respeto. Estaba en la radio que escuchaba desde los dieciséis años.
-¿Y de repente, Radio Clásica entra en una nueva fase histórica, con
una nueva generación de comunicadores, entre los que te incluyes, y se abandona
el ‘rigor mortis’ y la excesiva sobriedad, y se adopta un nuevo tono… ¿más acorde con los tiempos?
-Cada época tiene su tono. Los
locutores de los años 60 no hablaban como los de los 70. Hoy estamos en el
siglo XXI e internet y las redes sociales dominan todo. Es lógico que también
haya prendido en Radio Clásica. Y lo de nueva generación se debe a que de
un plumazo prejubilaron a casi toda la anterior.
-Resulta paradójico que
lo que supuso el ERE de RTVE
para muchos grandes profesionales que tenían 52 años o más, que les puso en la
calle; para ti en cambio, y otros compañeros de emisora y de generación, supuso un puesto de trabajo…
Portada del audiolibro "Sinfonías de la mañana", de Martín Llade |
-¡Hombre, en la calle, en la
calle, no se quedaron! Les quedó un sueldo del 90% hasta la edad de su
jubilación. Y además, era voluntario.
-Bueno sí, hablas de las condiciones. Pero lo cierto es que la radio
prescindió de su talento acumulado de años y los oyentes los perdieron…
-No a todos. De hecho, conozco un
par de locutores, de Radio 3 y Radio Exterior, que no quisieron el ERE y aquí
siguen. Lo que sí es cierto es que me han hablado de algunas personas que, una
vez se hubieron marchado a casa, se deprimieron; porque de repente no tenían
con qué llenar tanto tiempo. Pero creo que en el caso de quienes se fueron de
Radio Clásica lo han aprovechado bien: hay entre ellos varios compositores,
algún poeta, etc.
Continúa…